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MEDIA COLUMNA
El vergonzoso secreto de
la educación pública peruana
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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La huelga que nuevamente este año busca
protagonizar Pedro Castillo tiene el propósito político de arrebatarle a la
dirigencia oficial el control del Sindicato Unico de Trabajadores de la
Educación Pùblica, el Sutep, el único reconocido por el gobierno, y el control también de la Derrama Magisterial,
un poder económico de magnitud masiva con un inmenso impacto en la vida de los
maestros. Hoy por hoy, quien controla la Derrama y el Sutep, tiene a los
maestros peruanos bajo el control de un poder polìtico y económico casi
absoluto.
La legititimidad polìtica del Sutep reposa en su
supuesta lucha por los derechos laborales y salariales de los maestros. Esto es
un engaño. La prueba se encuentra delante de los ojos de todos.
Los maestros de la educación pùblica peruana son
unos 350 mil. Dos tercios de todos ellos son maestros nombrados dentro de la
Carrera Pública Magisterial. Esta tiene ocho escalas. El maestro nombrado que
menos gana, el del primer nivel, percibe menos de dos mil soles mensuales.
Pero solo dos tercios de los maestros peruanos son
nombrados. El tercio restante es el los maestros contratados. Son màs de
cien mil docentes. No tienen los mismos
derechos ni perciben el mismo ingreso que los nombrados. Es un caso escandaloso
de exclusión y discriminación a vista y paciencia del Estado peruano.
Un maestro contratado de la educación pública
peruana no tiene derecho a entrar a la Carrera Magisterial, a la que acceden
solamente los maestros graduados de la especialidad de Pedagogía. Si el maestro
es graduado en alguna otra especialidad profesional -ya sea la de ingeniero,
matemático, filòsofo, psicólogo o literato- no puede ingresar a la Carrera
Magisterial. No puede ser nombrado. Solo puede ser contratado sobre una
precaria base anual. Esta es una discriminación establecida en la ley. Es
inconstitucional y algún día será objeto de la demanda respectiva ante el
Tribunal Constitucional.
Lo mismo en cuanto a los ingresos: el maestro
contratado solo puede percibir lo mismo que gana el maestro de la primera
escala de la Carrera Magisterial, el que recién comienza, el peor pagado de los
nombrados. He ahí el “privilegio” otorgado por el Congreso el año pasado. Antes
de eso, el mestro contratado ganaba menos que el nombrado de la primera escala.
Es a través de este poder, consagrado por la ley de
la carrera Magisterial y sus modificaciones , que el Sutep ejerce en la
pràctica un virtual monopolio sobre las plazas magisteriales de la educación
pùblica peruana, reservadas para los que egresan del sistema de formación
magisterial igualmente controlado por él.
Basta derogar esa ley para terminar con esta
injusticia intolerable.
La discriminación es lo que el Estado, el Congreso
y el poder Ejecutivo han enegendrado mientras se llenan la boca hablando de
inclusión. Y, desde luego, tanto al Sutep oficial como al retador de turno en
el control del magisterio, esta situación no les merece una línea en sus
inflamados discursos en defensa de los maestros. Hipócritamente, la vergüenza
de este secreto todos la esconden.
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