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MEDIA
COLUMNA
Ni vacancia ni constituyente
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Blindada
ya contra la disolución “fáctica” por la nueva ley, la oposición acaricia ahora
la idea de vacar una vez más la Presidencia.
La ley,
sin embargo, interpreta la Constitución y, por lo mismo, no está firme. El gobierno
ha recurrido ya al Tribunal Constitucional y este puede perfectamente declararla
inconstitucional por estar conflicto con sus propias competencias como "supremo
intérprete" constitucional (pocos saben, sin embargo, que tal cosa no está
en ninguna parte de la Constitución, sino solo en la ley orgánica del TC).
No obstante,
el TC puede no tener hoy ya los cinco votos que hacen falta para declarar la ley inconstitucional. Tampoco tiene la intención, sin embargo, de pasar por
alto el desafío del Congreso a sus competencias exclusivas. El TC se halla,
pues, ante un dilema insoluble y probablemente decidirá no decidir. No se
pronunciará sobre el asunto por ahora. La ley, que ya está vigente, seguirá estándolo mientras el TC no se pronuncie. Por lo mismo, la oposición no
tiene que temer el cierre del Congreso. Es el momento de negociar.
“He
venido a proponer un acuerdo, un pacto, un nuevo contrato social”, dijo la
premier, Mirtha Vásquez, al pedir la confianza del Congreso. Hay
que suponer que ella cree de buena fe lo que dice. Que sea verdad en un
gobierno que tiene al comunismo de accionista es harina de otro costal. La
palabra del gabinete está comprometida, no obstante y, si es falsa, hay
legítima causal para censurarlo. El gobierno no podrá hacer cuestión de confianza sobre su permanenncia, porque la censura es una atribución del Congreso.
La
vacancia sin proceso, en cambio, es un hoyo negro, genera un vacío de poder que será llenado por algo que puede ser peor, como ya sabemos. Pero la oposición no quiere darle a la causal de vacancia por “incapacidad moral permanente” -que no está
definida en la legislación peruana y significa lo que el Congreso quiera- el
debido proceso que hace falta. No quiere darle el debido proceso que tiene el
impeachment americano, por ejemplo. Y esto se debe a que -hablemos claro- la oposición no
renuncia a vacar la Presidencia de Pedro Castillo.
No es
sino más de lo mismo: poner en Palacio a otra persona cuya presidencia la
oposición tendrá que vacar también, para finalmente, como es su tonto plan, colocar
en el gobierno a la presidenta del Congreso, contra la cual se levantarán los votantes
de Castillo convencidos de que les han robado el gobierno. Ese gobierno no
podrá sostenerse, como no pudo el anterior -efímero gobierno del Congreso-
acusado de ser producto de un golpe de Estado.
Einstein decía que seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes es la definición del error. Es lo que estamos haciendo.
Este es el fruto amargo del conflicto de poderes permanente. Hay una falla en la arquitectura constitucional que origina nuestra democracia de baja gobernabilidad incapaz de resolver los problemas del pueblo. No hay equilibrio de poderes, nunca lo ha habido en la historia de la República. El Congreso ha sido y sigue siendo el “primer poder del Estado”. Este mote que ridículamente esgrime orgulloso el Congreso es precisamente su confesión. Lo es, sin embargo, solo hasta que es disuelto por el autoritarismo, como ha ocurrido tantas veces en nuestra historia.
Acicateados ambos por la desconfianza y el miedo, el Congreso teme la disolución y el gobierno teme la vacancia.
Hace
falta voluntad de negociar de ambas partes para detener el conflicto antes de
que se convierta en uno armado. Así comenzó la guerra civil española.
Los
cambios constitucionales son necesarios, empezando por los que hagan
posible acabar con el conflicto de poderes y escapar de la democracia de baja
gobernabilidad para resolver los problemas del pueblo. Lo hizo Europa
luego de la Guerra. pero Francia lo logró en paz al fundar su Quinta República.
Si la voluntad
de negociar existe en ambas orillas, como dice querer la premier Vásquez, la
solución no es inalcanzable. Para detener este proceso degenerativo basta que
la oposición -libre ya de la amenaza de la disolución- deje de
lado la mala idea de vacar la Presidencia si Pedro Castillo renuncia de manera expresa
y pública a fraguar una constituyente.
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