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MEDIA
COLUMNA
De
Bolivia
con
amor
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Sabemos
ahora que el 25 % del gas que produce Camisea se reinyecta en el suelo porque
no hay quién lo compre.
Esto,
pese a que el Estado le creó al gas de Camisea un mercado artificial en la
generación de electricidad, que ha hecho que el 40% de la electricidad del Perú
se genere con gas desplazando en el mercado a la energía hidroeléctrica limpia.
Así,
la renegociación del contrato de Camisea parte de una premisa no demostrada: la
supuesta necesidad de crearle al gas un nuevo mercado mediante su masificación para el
consumo doméstico a nivel nacional.
¿Quién va pagar esa megainversión, que incluye gasoductos y
una red masiva de distribución doméstica urbana en todo el país para ampliarle
de nuevo el mercado al gas? El consorcio Camisea ha adelantado que esa
inversión es una responsabilidad del Estado y no suya.
No
obstante, se da por sentado sin debate que la inversión multimillonaria del
Estado en la masificación del gas es necesaria y aun inevitable.
A esa
premisa no demostrada no son ajenos desde hace algunos años intereses bolivianos
en la masificación del gas mediante un gasoducto desde los yacimientos de gas de
Bolivia hasta la costa del Pacífico, en Ilo. Tanto más cuando el famoso
Gasoducto del Sur peruano desde Camisea hasta Ilo es un elefante blanco que ha
quedado en el abandono.
El
proyecto boliviano,s in emargo, pondría la energía del Sur del Perú a depender
de Bolivia, que puede cerrar el gas con las consecuencias políticas que ello
puede acarrear. Este es un hecho geopólitico de primera importancia.
Es
un caso análogo al de la construcción del gasoducto Nordstream 2 para abastecer
a Alemania y el norte de Europa de gas desde yacimientos en Rusia. Explicablemente,
EEUU se opone.
El hecho
es que existe una licitación en el Perú –aun sin buena pro conocida- para la
construcción del presunto gasoducto boliviano. En la licitación participa como
postor la estatal boliviana Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Se estima que, de existir el gasoducto boliviano, la empresa constructora sería
la estatal rusa de energía Gazprom, la misma que construye el gasoducto
Nordstream a Europa desde Rusia, con amor.
Si
es una mala idea depender de la energía de un país vecino, ¿cómo apoyar el proyecto
del gas que vendría desde Bolivia, con amor?
No
es un tema que les importe mucho a los privados. Más de dos años atrás, medios
en Lima publicaron que dos empresas privadas que operan centrales
termoeléctricas en el sur del Perú viajaron durante el gobierno de Martín
Vizcarra a firmar en La Paz un convenio con YPFB en presencia del entonces
presidente Evo Morales, para abastecer sus centrales con gas boliviano.
La
pregunta obvia al respecto es ¿tiene todo esto relación con la constante
presencia de Evo Morales en el Perú?
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