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MEDIA
COLUMNA
Golpe
y contragolpe
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Luego de
un golpe y un contragolpe en el mismo día, de los tres planes políticos en
marcha ha prevalecido por el momento el plan caviar: sacar a Castillo para
poner a Boluarte, copar el Estado y quedarse hasta el 2026. Esto es, sin
adelanto de elecciones.
En
segundo lugar, el alambicado plan de la oposición, que consistia en vacar a
Castillo y sacar a Boluarte para poner en Palacio al presidente del Congreso,
José Williams -héroe de Chaví de Huantar- y convocar a elecciones adelantadas,
no es imposible aun, pero tenía fecha de caducidad. La ventana de
oportunidad se abría solo después de sacar a Boluarte, porque un país que ha atravesado
ya tres vacancias presidenciales en cinco años, dificilmente va a tolerar una
cuarta vacancia express.
El tercer
plan es el del Eje La Habana-Caracas-Evo-Cerrón. Consiste en sacar a Castillo,
a Boluarte y a Williams para generar el caos o, como ellos dicen, las condiciones
objetivas para la captura del poder. La falla crucial en ese plan no es solo que está fuera de la democracia, la
Constitución y el Estado de Derecho, sino que es inviable sin las fuerzas
armadas. En los últimos días ha quedado claro por fin, en cambio, que el Eje no ha podido
controlar a las fuerzas armadas. El Perú no es, pues, Cuba, ni Venezuela, ni
Bolivia.
Por eso mismo es que el plan del Eje -urdido por la inteligencia cubana- se adelantó a precipitar el escenario del golpe, para que hubiera un contragolpe.
Con 48 horas en el gobierno -no en el poder- Boluarte no ha hecho otra cosa que marchar con los militares y reunirse con bancadas del Congreso para hacer ver que esto es lo que sostiene a su gobierno, porque el Ejército no cayó en la trampa.
Este es el momento crítico. Si el conflicto incendia la pradera en el sur, el Perú puede caer en la órbita de La Habana y Caracas, que tiene detrás a Rusia y la guerra en Ucrania por el control de los mismos recursos naturales que el Perú abastecerá a la economía global del siglo XXI.
Esta no
es una guerra ideológica, ni étnica. Es una guerra por el control de la energía
y los recursos para distribuirla y transmiirla -cobre, oro, plata, litio- que
el Eje pretende disfrazar como un conflicto étnico de siglos para movilizar al
sur del Péru hacia la captura del poder.
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