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MEDIA COLUMNA
¿Cuánto nos pegará la
guerra comercial global?
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Existe un dicho, solo a medias en broma, según el cual para saber si el
Perú va ser o no gobernable durante un período de gobierno basta preguntar cuál
es el precio del cobre.
El precio del cobre, que es crucial para la economía del Perú, estaba en
3.30 dólares la libra a mediados de junio y todos celebraban un horizonte sin
nubes para la economía peruana. Desde entonces, el cobre se ha desplomado hasta
llegar el viernes a 2.80 dólares la libra.
El precio se cae porque, ante el estallido el viernes de la guerra
comercial entre EEUU y China, la
economía global duda de que la locomotora china -hoy por hoy el principal
comprador de las exportaciones peruanas- vaya a seguir comprando cobre como lo
venía haciendo.
Por lo tanto, de la noche a la mañana, el cobre se vuelve globalmente una
inversión riesgosa. Los fondos de inversión -que tienen aversión al riesgo-
retiran de un día para otro sus apuestas al futuro del cobre, que ya no parece refugio
seguro. El precio entonces no baja gradualmente, se desploma.
A simple vista, la caída del cobre que la guerra comercial nos impone supone
para el Perú una caída de 15 por ciento en el valor de lo que exporta en ese
metal. El cobre representa más del 60 por ciento de los minerales que el Perú
exporta. De eso vive el Perú. ¿Cómo va el Perú a sustiuir ese ingreso?
En el horizonte de la economía peruana –hasta hace poco resplandeciente,
según algunos- aparecen ahora nubes oscuras.
Y en nuestra democracia de baja gobernabilidad, la precaria estabilidad
política puede evaporarse de un momento a otro. ¿Si la trama se complica, cómo
manejar la situación?
Como referencia, la exportación chilena de cobre es el doble de la
peruana. Evidentemente, el cobre pesa en la economía chilena bastante más que
en la peruana. Pálido, pero sereno, el gobierno chileno ha dado a conocer que
su país, el primer productor mundial del metal, necesita el cobre a 3 dólares
la libra para equilibrar sus cuentas fiscales.
Cabe preguntar, entonces, ¿a qué precio lo necesita el Perú? ¿A cuánto
la libra de cobre para que el déficit fiscal –del orden del 3.5% del PBI y hace
rato fuera de control- no siga creciendo y el gobierno pueda mantener con alguna
credibilidad su apuesta de volver al equlibrio fiscal el 2021?
El gobierno no lo sabe aún o no lo confiesa. Pero igual que Chile, cuya
situación es visiblemente más difícil, es indispensable que los peruanos conozcan
de fuente oficial exactamente dónde nos deja parados este giro imprevisto de la
economía global.
En el siglo XXI, la transparencia es la herramienta para manejar una
economía. Así lo han entendido los vecinos. Entre nosotros, en cambio, aun predomina
el oscurantismo, el miedo y el intento de conducir las cosas a espaldas de los
peruanos. Y no faltan ya quienes, dismulando mal el pánico, salen a minimizar
el impacto que el nuevo estado de cosas puede traer.
El gobierno debe entender que esa manera de conducir las cosas se acabó
en el mundo y aquí. El silencio oficial ahora multiplica la aprensión, lejos de
aplacarla. Ya los pueblos no toleran en ninguna patrte la idea de que unos iluminados saben lo que es
mejor para todos y tomen decisiones que afectan a todos.
Para el nuevo ministro de Economía en particular este es un momento
crucial. Si reacciona bien e informa sobre la situación por cruda que sea,
puede sentar las bases de una nueva comunicación que le gane el respeto de los
peruanos. Caso contrario, el malestar caerá sobre el Premier y el Presidente.
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