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MEDIA COLUMNA
Luego de 200 años, la
dictadura del Congreso
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Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Martín Vizcarra anda estos días
con una sonrisa de yo sé algo que tú no, y bien puede que sea el caso, porque
en las encuestas de opinión de esta semana ha subido diez puntos. Algo ha hecho
bien y tiene mucho que ver con el Congreso y la caída de Fuerza Popular en la
aprobación de la ciudadanía.
En efecto, la otra noticia de la
semana, misteriosamente vinculada a la anterior, es que por primera vez la
bicameralidad, que nunca ha sido popular, tiene ahora un respaldo de más del
50% del electorado.
Puede que la opinión pública solo quiera
castigar al Congreso llevándole la contra. La no reelección apunta en el mismo
sentido. Pero al parecer el pueblo intuye al mismo tiempo que de lo que se
trata es de quitarle el poder al Congreso.
Intuye correctamente. En los
últimos dos años, el Congreso -todavía para alguno el “primer poder del Estado”-
ha vuelto a intentar encaramarse sobre el poder Ejecutivo y atarlo de manos,
como tantas veces antes en la historia del Perú. Siempre se trató de eso, desde
el comienzo de la República.
En su “Manifiesto a la Nación
sobre su conducta pública”, su disclaimer
mediático luego de la caída del gobierno de Simón Bolivar en el Perú, en enero
de 1827, José María de Pando, su eterno ministro de Relaciones Exteriores, sostuvo
visionariamente que con la Independencia “la mayoría de los pueblos pasaron
sin transición intermediaria del despotismo del regimen colonial a la sumisión
a la dictadura del Congreso”.
Se refería a las naciones
sudamericanas nacidas del fin del Virreinato español. Más que defenderse de
falsas acusaciones en su contra, Pando pasaba con esas palabras a la ofensiva política
diciendo que la Constitución de 1823, la primera que tuvo el Perú, la misma que
le acusaban de haber abolido, había establecido una “dictadura del Congreso”.
Hasta hoy mismo, 200 años después,
en ninguna parte de América es el Congreso más poderoso que en el Perú ante el
poder Ejecutivo. Esta es la raíz de los males de la fallida arquitectura
institucional del Estado peruano y la causa primera de nuestra democracia de
baja gobernabilidad.
La bicameralidad es indispensable
no porque el Senado sea una cámara más reflexiva, sino porque equilibra el
enorme poder de la otra cámara.
La unicameralidad tuvo en hace 20
años u razón de ser, pero ahora la seguridad jurídica es lo que hace falta. El
Senado frenará la sobreproducción legislativa que ahoga a la economía. Y, más
allá de eso, encapsulará el conflicto político dentro del Parlamento. Despejará
el terreno, por primera vez, para el equilibrio de poderes que en 200 años nunca
hemos tenido.
Entonces habrá terminado la
dictadura del Congreso.
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