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MEDIA COLUMNA
Poder de veto
para el Senado
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Hay un modo en el que el Senado
puede servir bien al Perú.
Las iniciativas de ley irán en adelante de Diputados al Senado, y no también en sentido contrario como fue en
el pasado. Afortunadamente, en esto hay consenso.
Ahora bien, cuando el Senado no aprueba un proyecto de
ley enviado por la otra cámara, el Senado los devuelve a Diputados para una
nueva votación.
Y aquí viene el quid del asunto: Diputados puede
insistir en su proyecto original sin cambiarle una coma, pero para hacerlo
requiere el votos dos tercios de sus miembros.
Esto le da al Senado un poder de veto que en el Perú
el Ejecutivo no tiene y jamás ha tenido.
En todas las democracias de América, sin excepción,
desde EEUU hasta la Argentina, el poder Ejecutivo tiene un veto sobre los
proyectos de ley del Congreso. Y en todos los casos, sin excepción, el Congreso
solo puede superar ese veto con dos tercios de sus votos. Es más, con dos
tercios de los votos de cada cámara por separado.
En otras palabras, en todas las democracias americanas el
Congreso puede insistir en una ley observada por el Ejecutivo, pero es bien
raro que eso ocurra. Entre nosotros, en cambio, el Ejecutivo puede observar una
ley con la que no está de acuerdo, pero no tiene realmente poder de veto, pprque el Congreso puede insistir en un proyecto de ley observado por el
Ejecutivo con solo la mitad de los votos de la única cámara.
O sea, entre nosotros, el Congreso vence siempre. No
hay equlibrio de poderes. Y esto es imposible de cambiar, porque el Congreso jamás
va a recortar su propio poder.
Una solución provisional, entonces, es rodear el problema:
darle al Senado poder de veto sobre la Cámara de Diputados.
Eso encapsula el conflicto político al interior del
Congreso, que es donde debe estar. Lo saca del espacio de la relación entre el
Congreso y el poder Ejecutivo. De esta manera se evita el conflicto de poderes
permanente, que es el costo de nuestra democracia de baja gobernabilidad.
Este esquema no resuelve pero sí aligera la tensión
entre el Congreso y el Ejecutivo y crea un espacio en el que es menos difícil manejar
nuestra democracia de baja gobernabilidad.
No es una solución perfecta. Es una solución solo provisional,
pero está a la mano.
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