MEDIA COLUMNA
No se posterga las
decisiones políticas
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Martín
Vizcarra puede hacer las reformas que el Perú exige solo si deja de lado todo
plan de reelección.
Pero debe decírselo al Perú cuanto antes. No se posterga las decisiones políticas sin pagar un precio.
Este es el único modo en que el país quedará libre de la tóxica atmósfera política que una aventura reeleccionaria traería consigo. Semejante proyecto requeriría para comenzar de una "interpretación auténtica” que legitime la narrativa siguiente, que parece un guión de comedia: este gobierno no sería el que fue elegido en 2016 sino otro distinto, de modo que la reelección no sería reelección.
Pero debe decírselo al Perú cuanto antes. No se posterga las decisiones políticas sin pagar un precio.
Este es el único modo en que el país quedará libre de la tóxica atmósfera política que una aventura reeleccionaria traería consigo. Semejante proyecto requeriría para comenzar de una "interpretación auténtica” que legitime la narrativa siguiente, que parece un guión de comedia: este gobierno no sería el que fue elegido en 2016 sino otro distinto, de modo que la reelección no sería reelección.
A nadie se le escapa que el gobierno podría conseguir esta “interpretación” de parte del organismo jurisdiccional correspondiente. Pero es una pésima idea. Es una
pócima envenenada. Un gobierno producto de una reelección trucha nacería con una
falla irremediable de legitimidad de origen. La oposición -sea cual fuere-
no lo reconocería. Y esto haría la gobernabilidad imposible.
La decisión política dificil de no ir a la reelección, en cambio, pondría al gobierno desde ahora a salvo no solo de la falla de legitimidad de una reelección como esa, sino a salvo también, y de inmediato, de la suspicacia respecto de sus planes futuros y a prueba, por lo tanto, de la acusación de sus adversarios de estar gestando una recaída en el autoritarismo.
La gobernabilidad en lo
que resta de este quinquenio depende de despejar ahora mismo estas dudas.
Lo importante, sin embargo, recién comienza ahí. Solo con las manos libres de estos señalamientos, el gobierno podrá llevar a cabo las reformas que el Perú necesita para la batalla global en el siglo XXI. Sin ellas no pasará nunca de ser una economía mediocre con una democracia de baja gobernabilidad.
Se
trata, desde luego, de la reforma judicial para la lucha contra la corrupción,
que no ha hecho sino comenzar. Pero no solo la soborno en
la obra pública, sino la del narcotráfico detrás del masivo lavado de activos. Solo
así habrá gobernabilidad democrática.
También
de la reforma laboral y la fiscal para la derrota de la informalidad, la
exclusión y el privilegio en el acceso a la libertad de la economía.
Y, sobre todo, de la reforma de la educación y la salud para una verdadera igualdad de oportunidades.
Esta es la misión que el Perú le ha encomendado a Martín Vizcarra, a quien, como al emperador Claudio, le cayó del cielo el ave herida en las manos.
Y, sobre todo, de la reforma de la educación y la salud para una verdadera igualdad de oportunidades.
Esta es la misión que el Perú le ha encomendado a Martín Vizcarra, a quien, como al emperador Claudio, le cayó del cielo el ave herida en las manos.
Si se
halla a la altura del mandato, el Perú estará en deuda con él. Si, en cambio,
cede a la pequeña ambición y a la ceguera de forzar una reelección, no hará las
reformas y fracasará no solo él sino el Perú.
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