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MEDIA
COLUMNA
Venta
del alma al diablo
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Castillo renunció
públicamente a la constituyente. Lo que hace ahora al recaer en esta torpe idea
parece una maniobra para no confrontar abiertamente a su mentor y permitir que
sea este el que vaya a estrellarse contra el muro del Congreso. De este modo es
el Congreso y no el presidente el que toma la decisión de terminar con el
descabellado proyecto.
El Congreso no
aprobará nunca esa iniciativa. En el instante mismo en que lo hiciera perdería todo
el poder. Sería en adelante un pato rengo, una mera sombra a la espera de los
“constituyentes” que serán quienes legislen. Incluso por la más egoista de las
razones -la de conservar la chamba-, el Congreso está obligado en esta ocasión
a hacer lo que debe. El proyecto es un cadáver insepulto, un espantajo.
El acto de Castillo
bien puede ser una maniobra astuta, pero pusilánime. Esperar que el Congreso se
encargue de enterrar el cadáver es una idea práctica solo en apariencia, porque
revela temor. Ceder ante su mentor para no ser responsable de la decisión
política es un error. Nunca se elude ni se posterga una decisión política si no
es en beneficio del enemigo.
Es un lugar clásico
de la literatura, desde Shakespeare hasta Goethe, venderle el alma al diablo
para conseguir a cambio el poder o la riqueza. Como el diablo no cumple lo que
ofrece, el alma de Fausto no es arrastrada a los infiernos; la deuda de la
libra de carne no logra cobrarla el mercader de Venecia. En la narrativa
moderna, el diablo es astuto en el engaño y eso legitima la rescisión unilateral
del contrato. Es solo ley de los hombres, no de los dioses. Y el diablo se retira
sin escándalo cuando ha perdido. No le conviene la publicidad. El viejo truco
quedaría en evidencia.
Pero dejemos esto
para volver al caso entre manos. ¿Vendió Pedro Castillo su alma al diablo en la
campaña electoral? Con la oficiosa falsedad de su mentor, ¿firmó un contrato
para entregarle su gobierno al castrismo cubano a cambio de inteligencia y
recursos para llegar? Si lo hizo, cayó en el engaño diabólico. Llegó al
gobierno, pero no al poder. Hoy parece más bien un títere de su mentor y tiembla
como una hoja ante la amenaza de que aparezca el contrato firmado por el que
vendió el alma.
Si el contrato existe
y Castillo se encuentra efectivamente en este predicamento, debería adelantarse
a anunciar que incumple el pacto y explicarle al pueblo peruano los motivos de
su error de ayer y de su enmienda de hoy. Si, en acto suicida, su mentor
cometiera el despropósito de mostrar el diabólico documento, los cubanos
negarán su existencia, porque la sucia treta quedaría en evidencia ante la
prensa y la comunidad internacional.
Los peruanos, además,
probablemente respaldarían a Castillo, aunque no le guarden respeto, porque
ante una vil extorsión como esa ningún pueblo noble dejaría que el diablo se
lleve el alma de un ingenuo que llegó a la presidencia de cualquier manera sin saber
lo que hacía.
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