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MEDIA
COLUMNA
Castillo
caerá si no
completa
su transición
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
La falta de credibilidad de Pedro Castillo tiene su origen en la omnipresencia fantasmal de La Habana y Caracas en el gobierno. Mientras esta dependencia no sea cancelada, el régimen no tiene posibilidad alguna de un segundo aire.
Castillo está
pensando en un nuevo gabinete, pero en las actuales condiciones no hay forma de
reclutarlo. Nadie que tenga conocimiento y experiencia aceptará, porque ese
gabinete podría durar horas. Eso no es irremediable, pero requiere madurez
política. Para que un nuevo gabinete sea viable hace falta un nuevo cimiento
político que lo sostenga. Y este consiste en que Castillo complete la
transición que inició el día en que rechazó públicamente la idea de una asamblea
constituyente.
Fue su primer paso en
la dirección correcta, pero luego faltan los dos siguientes: romper la
dependencia de Cuba y nombrar un gabinete serio, no uno de “ancha base” ni de
“coalición”. Esos son términos gastados, que resultan sospechosos para la gente.
Solo hay que nombrar a los que saben lo que hacen.
Pero Castillo ha
perdido tiempo en completar su giro y, desde entonces, se le ha cerrado cada
día más el espacio de maniobra. En el escenario de una transición completa, sin
embargo, un segundo aire sí es posible.
De otra parte, convocar
a elecciones presidenciales y parlamentarias de modo que “se vayan todos”, no
es sino una variante del escenario anterior, no algo esencialmente distinto. E
igualmente solo es viable si parte del rompimiento de la dependencia del
castrochavismo.
En ese escenario, un
gobierno de transición con un gabinete de quince meses, hasta el 28 de julio de
2023, podría permitirle a Castillo una salida: la oportunidad de entregar la
banda presidencial luego de haber corregido sus propios planes iniciales. Así
lo hicieron Fujimori, muy ágilmente al inicio de su gobierno; Alan García en su
segundo período; Humala, en cambio, no es referente, porque su “hoja de ruta” anterior
a las elecciones fue solo una astuta maniobra electoral. Aun así, en ninguno de
esos actos hubo traición ni vergüenza ni deshonra alguna. Fueron actos de
madurez política.
Hay que entender que evitar
el desplome final del país y la caída en un caos peor aun que el actual pasa por
la decisión de Castillo de poner fin ahora mismo a la dependencia, complear su transición
y procurar una salida, en lugar de una fuga y una prisión en medio del caos.
El Perú no es la Cuba
de Fidel, ni la Venezuela de Chávez, ni la Bolivia de Evo. Aquí hemos vivido todo
esto hace treinta años y pagamos por ello un alto precio. Pero pudimos encerrar
a la bestia de la inflación, reconstruir la economía y vencer al terrorismo.
Acá hemos aprendido que
la fuente de la energía económica es el mercado, no el Estado, y que este es el
arnés que pone la energía del mercado al servicio del hombre y no a la inversa.
Hemos llegado a la crisis
final de nuestra democracia de baja gobernabilidad. Quizá es lo que ha hecho
falta para comenzar de nuevo.
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