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MEDIA COLUMNA
Por qué es la bicameralidad la
reforma política fundamental
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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En el Perú somo unos 23.4 millones de electores. Si
quisiéramos que sus 130 representantes -el número actual de congresistas- fueran
elegidos en 130 distritos uninominales, cada uno de estos abarcaría unos 180
mil electores en promedio. ¿Es esa la dimensión adecuada para una relación
cercana entre los representados y su representante?
Alternativamente, si quisiéramos que el tamaño promedio
del distrito electoral uninominal no excediera de 50 mil electores -algo del
tamaño de Barranco, aproximadamente- harían falta 468 congresistas para
representarlos. ¿Alguien en el Péru está dispuesto a bancar ese número de
parlamentarios?
Ya sea que se elija uno de los dos extramos o cualquier
combinación entre ambos, el dilema es de fierro: no vamos a acercar mucho al
representante a sus representados. Esa es la realidad.
La reforma electoral no va a resolver realmente el problema
de la representatividad, entonces. Y lo peor es que ese no es siquiera el
problema más grave.
La verdadera reforma política en el Perú es la del
sistema de gobierno, donde está la falla realmente grave. El verdadero problema
no es el de la representatividad, sino el de la trampa de la baja gobernabilidad,
cuya solución no depende de la reforma del sistema electoral, sino de la del
sistema de gobierno.
Reformar el sistema de gobierno requiere de la bicameralidad.
Se trata de ponerle freno a los excesos del Congreso y restablecer el
equilibrio entre el poder Legislativo y el Ejecutivo, completamente
desbalanceado en contra del Ejecutivo. La bicameralidad reducirá drásticamente
la sobreproducción legislativa actual que cada día pone en peligro la seguridad
jurídica.
Centrar el debate en la reforma electoral, en cambio, invisibiliza
el verdadero problema. Lo esconde detrás de una discusión sobre entelequias y no
resuelve ni siquiera el problema de la representatividad.
La representatividad es importante porque de ella emana
la legitimidad de “origen” de un gobierno, en las urnas. Pero el éxito de la
gestión de ese gobierno -que es lo que primero le interesa al pueblo-, la
legitimidad de “salida” -como diría Dieter Nohlen-, depende de su eficacia en
la gestión, y eso depende de la gobernabilidad.
Por eso la bicameralidad no es un capricho ni una
frivolidad. Por el contrario, apunta al centro mismo de la falla en el sistema
de gobierno y nos permitirá escapar de la trampa de la democracia de baja
gobernabilidad.
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