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MEDIA COLUMNA
¿Viejo y confiable aliado o
nuevo mejor amigo chino?
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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China lleva a cabo en estos momentos en Shanghái
una masiva exposición a la que asisten tres mil empresas de 130 países y un
número de jefes de Estado de América, donde China ha puesto los ojos para una
cabeza de playa estratégica en el Canal de Panamá. Al inagurar la Expo de
Shanghái, el presidente Xi Jinping ha asegurado que la apertura económica es
"imparable" y que "China no parará sus pasos en la construcción
de una economía mundial más
abierta", llamando a abrir los mercados para crear una economía global, como lo hacía Estados
Unidos hace veinte años. Christine Lagarde, la directora del FMI, le ha llamado
a esto un "puente hacia el
futuro".
La herramienta del “puente hacia el futuro”
es la propuesta global de una nueva “Ruta
de la Seda” alrededor de la Tierra. La “Ruta” une en Sudamérica el Océano Pacífico
con el Atlántico por tren, como lo hizo Norteamérica en el siglo XIX. Cuando el
primer ministro chino visitó el Perú no hace tanto, vino directamente desde
Brasil y propuso a ambos países la construcción de ese tren desde el puerto de
Paita en el Perú hasta el puerto de Santos en Brasil, más de 3.700 kilómetros. Se
firmaron entonces varios acuerdos en ese sentido. Se habló de una inversión de
10 mil millones de dólares financiada por China.
Ese tren tendrá sinergias económicas y
sostenibilidad. Traería soya de Brasil para exportarla a China. Brasil está reemplazando
en el mercado chino las exportaciones de soya de EEUU, suspendidas por las decisiones
de política arancelaria del gobierno de Donald Trump. Es un vacío que va a
llenar con millones de toneladas de granos. El tren no regresaría vacío a
Brasil. Llevaría fosfatos de Bayóvar, en manos de Vale, una empresa brasileña,
para ser fertilizante de la agricultura de la soya brasileña. Es un perfecto circuito
cerrado.
El presidente electo de Brasil, Jair
Bolsonaro, ha adelantado que China es hoy el primer socio de Brasil y que ambos
quieren multiplicar el comercio. China desplazó hace una década a Estados
Unidos como socio principal de Brasil, que hoy exporta casi 50 mil millones de
dólares anuales a China. Curiosamente, sin
embargo, Bolsonaro necesitó el lunes pasado una reunión con el embajador de
China en Brasilia para aclarar un malentendido. Circulaba la especie de que el
nuevo gobierno de Brasil se alejaría de China para aproximarse a Estados Unidos.
Había que desmentirlo. Brasil no necesita elegir entre sus dos socios.
¿O sí? Nada es sencillo cuando hay en juego
intereses geopolíticos masivos. Cuando estuvo en Lima hace muy poco el entonces
secretario de Estado norteamericano dijo que Latinoamérica debería hacer
negocios con su viejo y confiable aliado norteamericano en lugar de con su
nuevo mejor amigo chino.
Ahora hay una segunda propuesta de “tren
bioceánico”. Este viene de Santos en Brasil, pero no llega a Paita sino a Ilo,
en Moquegua, tierra del presidente Vizcarra atravedsando el territorio de
Bolivia. El proyecto es resueltamente empujado por el presidente Evo Morales,
que estudia un posible financiamiento de España, del Reino Unido o de un
consorcio suizo-alemán. Este tren cuesta 14 mil millones de dólares, pero no es
clara su sostenibilidad económica, más allá de la carga hacia y desde Bolivia.
Competirá, además, con un tercer “tren bioceánico” que a Chile le gustaría
construir, según anuncia el presidente Piñera, y que es la pesadilla boliviana.
Estados Unidos construyó su red ferroviaria
de costa a costa en la segunda mitad del siglo XIX. Es la formidable historia
de Cornelius Vanderbilt y el gran palacio que edificó en la terminal, en honor
de los trabajadores que construyeron el ferrocarril: la Grand Central Station
de Nueva York. Estamos en el siglo XXI y es hora de hacer lo mismo en América
del Sur. Y, como Brasil, tampoco nosotros necesitamos realmente elegir entre
nuestro viejo y confiable aliado y el “puente hacia el futuro” de la Ruta de la
Seda de nuestro nuevo mejor amigo chino. Hay espacio para ambos. ¿O no?
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