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MEDIA
COLUMNA
Frontera
del
no
retorno
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
El
oficialismo tiene 50 votos en el Congreso que no le permiten hacer cambios a la
Constitución a menos que la oposición los respalde. Eso no lo ignora el partido
de gobierno, que buscaría ahora disolver el Congreso. Tendrá que conseguir la disolución
de manera constitucional, sin embargo, o el gobierno se pondrá fuera de la
Constitución, del Estado de derecho y de la democracia.
Para
disolver constitucionalmente el Congreso -como el Perú entero ya sabe- hace
falta que este niegue la confianza a dos gabinetes. En lo inmediato, al
gabinete Bellido, por ejemplo, que más de uno sospecha una provocación.
Constitucionalmente,
la negación de confianza requiere más de la mitad de los votos del Congreso: 66
de los 130 votos. La oposición tiene 80. Podría hacerlo, pero no lo hará, por
supervivencia. El Congreso no se va a suicidar. No ignora que caería en la
trampa de regalar una de las dos negaciones que requiere su disolución.
El
oficialismo, por su parte, tiene 50 de los 130 votos. Podría eventualmente tratar
de forzar una negación prefabricada, una maniobra burda, una jugada de
laboratorio. Pero tampoco lo hará. Solo alcanzaría 66 votos si 16 congresistas de
la oposición se avinieran a facilitarla.
La
reposición de Francke en Economía es el resultado de la contraofensiva caviar luego
del nombramiento de Bellido, el caballazo del partido de gobierno. Pero ha
funcionado solo porque el pánico del alza del dólar sobre los cuatro soles, la
caída de la Bolsa de Lima y de los bonos peruanos en Nueva York lo ha hecho
posible. Ha sido un alto precio para tan poco beneficio.
El partido de gobierno no va a renunciar ahora a su plan, e intentará todo para legitimar en las calles su mal disimulada deriva fuera de la democracia para imponer el poder absoluto de una constituyente al servicio de una utopía reaccionaria.
Eso
provocará una respuesta también en las calles. Nada nuevo bajo el sol. “Si las
ideas se combaten con ideas, las masas se combaten con las masas”, dijo Rafael
Belaunde, padre del ex presidente, meses antes de que la disolución del
Congreso en 1947 condujera al golpe militar al año siguiente. Es lo que la
historia enseña.
El
delirio del poder absoluto no se halla dentro de los límites de la realidad
política que la democracia permite. Esa es la frontera del no retorno.
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