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MEDIA
COLUMNA
La
batalla de Majes
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
En medio
del oscuro panorama del páis, se ha ganado una gran batalla por Arequipa.
La llamada
Adenda 13 ha sido aprobada por el Gobierno Regional de Arequipa, se ha derrotado
al enemigo en la batalla por el gran proyecto Majes Siguas con sus 38,500
hectáreas que son la
promesa de la agroindustria de exportación de Arequipa.
Pero el sabotaje
sistemático al proyecto llevado a cabo por los rojos no va a parar acá.
Todo
comenzó cuando el Cusco logró quitarle a Arequipa gran parte del agua para
Majes, lo que se tuvo que compensar invirtiendo en entubar el agua que llegaría
hasta Majes para evitar la evaporación de los canales abiertos. Esa inversión
adicional requirió una adenda al contrato. Esa es la Adenda 13 aprobada hoy.
Pero la guerra va a continuar. Los rojos ya intentan que el Consejo Regional reconsidere la votación que aprobó la Adenda. Si vuelven a perder esta escaramuza, como es probable, tratarán de traer a Majes a las huestes que asolaron el valle del Tambo para detener el proyecto Tía María.
En efecto, el objetivo es paralizar el proyecto Majes por otra década si fuera necesario hasta que el Gobierno Regional de Arequipa dé su brazo a torcer y venda las tierras de la gran irrigación en unidades de cinco hectáreas. La narrativa política es que eso es lo que los pequeños agricultores necesita. Es una narrativa falsa.
La prueba es que el hermano mayor de Majes Siguas, el proyecto Majes I, fue arruinado
precisamente por esa misma mala decisión. No hay rentabilidad posible en ocho
mil parcelas de cinco hectáreas cada una en el nuevo Majes. No puede haber un
manejo racional del agua. No hay economía de escala.
Una
agroindustria de escala requiere que las parcelas sean como mínimo de cien
hectáreas cada una. En 38,500 hectareas, habría menos de 40 empresas agroindustriales
modernas. Pero la narrativa demagógica de los rojos dice al pueblo de Arequipa que
las gran empresa de Lima o los chilenos se preparan para despojarlos.
Es
posibles, según se debate, separar un 20% del total de las 38,500 hectáreas
para venderlas en unidades de cinco hectáreas. En tal caso, unas ocho mil
hectáreas albergarían 1,600 parcelas. Así, es impracticable el manejo racional
del agua. Eso fue lo que arruinó el viejo Majes I.
Pero es posible debatir de manera civilizada cuál sería el combo óptimo -seguramente hay más de una- que aloje al mismo iempo las necesidades técnicas y las prioridads ”políticas” y evitar así la colisión social frontal que es lo que los rojos buscan. A eso conduce polarizar el tema entre extremos cuando la solución puede estar en proponer y debatir los varios puntos intermedios posibles para una solución equitativa y rentable al mismo tiempo.
Hace falta
que esos 1,600 agricultores arequipeños en las ocho mil hectáreas puedan disponer
de las herramientas legales formales para asociarse, por ejemplo, en 40 empresas formales que manejen 200 hectáreas cada una. Empresas modernas que puedan emitir
acciones y cotizar en bolsa para levantar capital y acceder a los mercados de
capital y al crédito formal local e internacional.
Preparar
los dispositivos legales para hacer eso posible, por ejemplo, es la labor que
realizará la comisión especial llamada “Capital Peru” que el Congreso acaba de
crear siguiendo los lineamientos que Hernando de Soto viene proponiendo para la
propiedad de la tierra, precisamente para casos como el de Majes-Siguas.
Esta es la
manera de desactivar el cocter molotov que los rojos preparan. Está en juego acá no una narrativa política cualquiera, sino la historia de
Arequipa.
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