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MEDIA COLUMNA
Crisis de la democracia
de baja
gobernabilidad
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Es extraordinario. Ante nuestros ojos se forma en la redes el
pensamiento político de una generación de latinoamericanos jóvenes que en 30
años, cuando estén realmente a cargo, no habrán olvidado lo que pasó hoy. Entonces
podrán escapar de la trampa de la democracia de baja gobernabilidad.
La generación actual pudo hacerlo. Pero aun falta la masa crítica
necesaria para hacer la diferencia
El síntoma inconfundible de la democracia de baja gobernabilidad (DBG) es que el país se desestabiliza fácilmente si el gobierno no tiene mayoría parlamentaria. La democracia debería asegurar la gobernabilidad especialmente cuando el gobierno no tiene mayoría parlamentaria.
El síntoma inconfundible de la democracia de baja gobernabilidad (DBG) es que el país se desestabiliza fácilmente si el gobierno no tiene mayoría parlamentaria. La democracia debería asegurar la gobernabilidad especialmente cuando el gobierno no tiene mayoría parlamentaria.
La DBG ha mostrado ha mostrado su rostro este año crucial de
2019 en esta primavera árabe latinoamericana. No solo en el Perú, sino de
manera brutalmente violenta en Quito y La Paz nuevamente, y ahora
también en Santiago.
La falla estuvo dormida más de una década desde los golpes no tradicionales de masas en Quito, La Paz y Buenos Aires que determinaron la caída de siete presidentes constitucionales -tres ecuatorianos, tres bolivianos y uno argentino- ya fuera por vacancia o renuncia. Todavía están frescos en la memoria los nombres de Jamil Mahuad, de Lucio Gutierrez, del Goni Sánchez de Lozada, de Carlos Mesa, de Antonio de la Rúa.
La prosperidad latinoamericana luego del colapso de la burbuja global once años atrás la hizo posible el alza del precio de las materias primas. De pronto he aquí que crecía el Perú a tasas de 9%. La prosperidad sumergió la falla de las DBG de toda la región. Pero luego llegó la “normalización” –el eufemismo del siglo-, el giro de política monetaria de la Fed de EEUU. El alza de las tasas de interés y el dólar fuerte recuperaron los mercados financieros globales, y el crecimiento de la economía real desapareció. No solo en Latinoamérica, sino globalmente. También en EEUU. Trump lo sabía y entró en conflicto con la Fed para obligarla a bajar la tasas de interés. Está logrando torcerle el brazo, pero demasiado poco, demasiado tarde.
La falla estuvo dormida más de una década desde los golpes no tradicionales de masas en Quito, La Paz y Buenos Aires que determinaron la caída de siete presidentes constitucionales -tres ecuatorianos, tres bolivianos y uno argentino- ya fuera por vacancia o renuncia. Todavía están frescos en la memoria los nombres de Jamil Mahuad, de Lucio Gutierrez, del Goni Sánchez de Lozada, de Carlos Mesa, de Antonio de la Rúa.
La prosperidad latinoamericana luego del colapso de la burbuja global once años atrás la hizo posible el alza del precio de las materias primas. De pronto he aquí que crecía el Perú a tasas de 9%. La prosperidad sumergió la falla de las DBG de toda la región. Pero luego llegó la “normalización” –el eufemismo del siglo-, el giro de política monetaria de la Fed de EEUU. El alza de las tasas de interés y el dólar fuerte recuperaron los mercados financieros globales, y el crecimiento de la economía real desapareció. No solo en Latinoamérica, sino globalmente. También en EEUU. Trump lo sabía y entró en conflicto con la Fed para obligarla a bajar la tasas de interés. Está logrando torcerle el brazo, pero demasiado poco, demasiado tarde.
El malestar actualha puesto en evidencia la falla dormida de las
democracias latinoamericanas. Hoy lo que vemos es el fin del silencio sísmico.
La DBA ha puesto al borde del golpe de Estado -o de lleno en él- al Perú, a Ecuador, a Bolivia. Y lo están intentando en Chile. El objetivo es la renuncia de Piñera y la recaída de la mejor democracia de la región en el autoritarismo o cuando menos en la democracia de baja gobernabilidad. Pero Piñera no renunciará y no será vacado. El presidente de Chile debe ser consciente de que su destino compromete hoy a la región entera.
La DBA ha puesto al borde del golpe de Estado -o de lleno en él- al Perú, a Ecuador, a Bolivia. Y lo están intentando en Chile. El objetivo es la renuncia de Piñera y la recaída de la mejor democracia de la región en el autoritarismo o cuando menos en la democracia de baja gobernabilidad. Pero Piñera no renunciará y no será vacado. El presidente de Chile debe ser consciente de que su destino compromete hoy a la región entera.
La violencia también en Ecuador y en Bolivia, y el resultado -solo
aparentemente incomprensible- de las elecciones argentinas muestran que el
ciclo de la DBG aun no ha sido quebrado en la región. Chile es el bastión.
Chile, como Uruguay, tiene un democracia con equilibrio de
poderes, cuya ausencia es lo que define a la DBG en todas partes. Pero no han
conseguido sacar a Piñera ni a Moreno en Ecuador. En Bolivia, en cambio, el
autogolpe de Evo ha prevalecido y ha recaido en el autoritarismo, como
Venezuela hace tantos años. Pero el ciclo de
la DBG incuba nuevas recaídas en la Argentina, en Colombia y en el Brasil,
donde el golpe de masas puede aparecer.
Salir de la trampa de la DBG requiere un nuevo paradigma y una nueva conciencia de escala latinoamericana. Esta última ya está presente en la nueva generación. Se está formando en las redes en este mismo momento, con comunicación directa entre los jóvenes de todo el continente intercambiando información por primera vez sobre lo que ocurre hora a hora, minuto a minuto. Perpleja aun, esa comunicación necesita todavía desembocar en la conciencia de cuál es exactamente la falla en la DBG.
La reforma de las instituciones políticas no ha comenzado aun en el Perú. Lo que se ha hecho son cambios solo cosméticos al sistema electoral cuando la falla de la DBG está en el sistema de gobierno. Pero el Perú podría ser el modelo de la transición si alcanza la masa critica necesaria para escapar de la trampa de la DBG en el año y medio de que dispone el Congreso que se avecina. Esta será una batalla homérica. No se trata de quedarse a la defensiva del modelo económico. Hay que pasar a la ofensiva, a la reforma del sistema de gobierno para rediseñar el equilibrio de poderes. Así acabaremos con la vulnerabilidad de nuestras democracias de baja gobernabilidad.
Salir de la trampa de la DBG requiere un nuevo paradigma y una nueva conciencia de escala latinoamericana. Esta última ya está presente en la nueva generación. Se está formando en las redes en este mismo momento, con comunicación directa entre los jóvenes de todo el continente intercambiando información por primera vez sobre lo que ocurre hora a hora, minuto a minuto. Perpleja aun, esa comunicación necesita todavía desembocar en la conciencia de cuál es exactamente la falla en la DBG.
La reforma de las instituciones políticas no ha comenzado aun en el Perú. Lo que se ha hecho son cambios solo cosméticos al sistema electoral cuando la falla de la DBG está en el sistema de gobierno. Pero el Perú podría ser el modelo de la transición si alcanza la masa critica necesaria para escapar de la trampa de la DBG en el año y medio de que dispone el Congreso que se avecina. Esta será una batalla homérica. No se trata de quedarse a la defensiva del modelo económico. Hay que pasar a la ofensiva, a la reforma del sistema de gobierno para rediseñar el equilibrio de poderes. Así acabaremos con la vulnerabilidad de nuestras democracias de baja gobernabilidad.
Así podremos blindarnos también de los efectos del colapso de
las burbujas globales que aun vendrán hasta que cambie la política monetaria
global. Las burbujas acabarán cuando se dote a los papeles de los mercados
financieros globales de bienes reales. Y eso depende de que, con democracias de
verdad, podamos nosotros dotar de papeles a nuestras economias emergentes.
El nuevo paradigma está naciendo. Será una herramienta
de pensamiento. Se fundará en la duda sistemática de las motivaciones políticas y en la sospecha radical de los
políticos en todas partes. Y dará nacimiento a una democracia de verdad,
con representatividad y gobernabilidad, basada en un equilibrio de poderes que será
rediseñado. Despues de 200 años, nuestras repúblicas
necesitan reingeniería, una reinvención. Ya es hora.
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