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MEDIA
COLUMNA
Despolitizar el
diálogo
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Si el Gobierno quiere resolver el dilema de Tía María lo que
debe hacer es despolitizar el diálogo. Y el modo de hacerlo, aunque parezca
sorprendente, es tomar distancia y alejarse de él.
El Gobierno debe declinar ser tercero en el diálogo, y dejar
esa función en manos de otros.
No ya de una mediación bien intencionada de carácter moral, sin
embargo, como la que se ha intentado varias veces sin éxito a pesar de los
buenos oficios de representantes de la Iglesia. En realidad, no basta ya una
mediación. Lo que hace falta es un tercero empoderado por las partes.
Tampoco un árbitro de tipo convencional, entonces, sino un
tercero que pueda presentar por iniciativa propia a las partes –a las
autoridades y a la empresa- una propuesta capaz de cambiar el paradigma del problema
y encaminar el diálogo hacia una meta común.
Una propuesta,entonces, que pueda abordar y resolver el
problema de fondo. Esta propuesta necesita un corto y un mediano plazo. En el
mediano plazo se trata de encontrat una solución definitiva para el bloqueo de
la inversión minera mediante una nueva política pública, a la que hay que dotar
de consenso para proponerla al país.
Y una que, en el corto plazo, ponga sobre la mesa todas y cada
una de las fórmulas de éxito que han ido apareciendo espontáneamente en el
libre contrato entre las comunidades y minas a lo largo y ancho del Perú, sin
esperar la intervención del Estado. Una fórmula que pueda adaptarse a cada caso
particular y que permita destrabar a la brevedad las inversiones bloqueadas.
Tía María es hoy el caso emblemático, como Conga y Las Bambas.
Y hay que decir con toda claridad que el Estado peruano –no ya el Gobierno
actual- carece hasta hoy de una propuesta que permita diagnosticar y remediar el
problema.
El Estado no puede producir esa respuesta. Tampoco las
partes, ni la empresa ni las comunidades. No pueden ponerse de acuerdo en el valor
de lo que cada una aporta, porque no existe un punto de referencia con credibilidad
para ser confiable para todos.
Solo el mercado –el libre juego de la oferta y la demanda- puede
proveer la información que permita a las partes tomar su decisión libremente.
Sabemos el valor en el mercado del recurso natural bajo la tierra, pero no sabemos
el valor de la tierra sobre ella, porque el precio de mercado no puede formarse
de manera equitativa si solo se tiene acceso a un pequeño mercado local, ni
siquiera al mercado nacional. Y en ausencia de esa información las partes no
pueden decidir. De allí la impaciencia que nunca está lejos de la imposición y de
la violencia. Ese camino ha llegado a su final.
Hace ya mucho que los peruanos esperan una solución viable,
que sea ante todo justa y permita compartir equitativamente la renta de los
recursos naturales entre las partes y todos los demás peruanos. Y la
impaciencia se ha apoderado ya de una mayoría, lo que se refleja hoy visiblemente
-con justicia o sin ella- en el desplome de la aprobación del Presidente en las
encuestas del Sur del Perú. Incluso desde este punto de vista lo mejor que el
gobierno puede hacer es despolitizar el diálogo.
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