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MEDIA COLUMNA
Dos curvas
juntas
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Conviene
despejar un malentendido que genera temor ante una
nueva política pública sobre la minería, que se exprese en la Ley. Tal vez
incluso en la que el gobierno prepara,
alternativa a la de los gobiernos regionales del Sur, que pretende entregar los
recursos a los gobiernos regionales.
Algunos mineros importantes están convencidas de que es un objetivo de los
liberales aplicar en el Perú el marco legal vigente en Estados Unidos, que
entrega al dueño de la superficie la propiedad de los recursos del subsuelo. Esto es inviable y nadie lo propugna en el Perú. Menos que nadie
la izquierda, cuyo objetivo es que el Estado monopolice la propiedad de los
recursos naturales del subsuelo para apoderarse de ellos capturando el Estado.
Pero se
necesita un cambio. Y el mejor es el que propone darle un valor de mercado
global a la superficie de tierra sobre los recursos naturales. Hay empresas
mineras en el Perú, incluso algunas grandes, que están, sin embargo, en la negación
de la realidad. Se aferran a un estado de cosas que ha desaparecido y se oponen
a todo cambio, incluso a este.
A lo sumo se
avienen, de mejor o peor gana, a financiar el apaciguamiento de quienes
controlan la superficie -comunidades u otros- ya sea repartiendo dinero –el
peor error posible- o mediante la generosa prestación de servicios sociales, la
participación en la renta o incluso la propiedad accionaria. Todas estas formas
de convenio, sin embargo, no hacen sino ganar tiempo -o perderlo, más bien- sin
ver lo que se incuba.
Las empresas mineras
en el Perú, nacionales y extranjeras, no están solo ante poblaciones irritadas.
Se hallan ante un plan político perfectamente instrumentado desde el exterior -con
inteligencia y recursos ilimitados- para capturar el poder y hacerse del
control de los recursos naturales del Perú para el siglo XXI.
Los mineros
saben por experiencia que quienes controlan la superficie -comunidades o no-
son sus aliados antes que sus rivales. Que, si los mineros informales
les disputan la tierra sobre los recursos, lo hacen para arañar luego la
superficie apenas, sin capital para explotar los recursos plenamente.
Existen numerosos casos de éxito del libre contrato entre las comunidades y
las minas. Pero son provisionales. La verdadera soñución solo llegará cuando los que controlan la
superficie puedan ver, incluso en la pantalla de sus celulares, que las acciones de
su tierra suben junto con las de la empresa que extrae el recurso si la
producción avanza, y que ambas caen juntas si la producción se detiene
interrumpida por un paro político. Entonces es cuando terminan para siempre los planes de capturar el poder.
Todo el secreto estriba
en que esas dos curvas vayan juntas. Y eso solo ocurrirá cuando la superficie
tenga un valor de mercado global tal como lo tiene el recurso debajo de ella.
Cuando los mineros en el Perú –formales e informales- comprendan esto, podremos
movernos por fin hacia una política pública de libre contrato entre la superficie y el
subsuelo y entre las comunidades y las minas.
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