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MEDIA
COLUMNA
El enemigo de
mi enemigo
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Repito que, de los
tres actores en el escenario político -el cerronismo, la caviarada y la
oposición-, ninguno tiene posibilidad de ganar si no se alía con otro para
derrotar al tercero.
Con rara lucidez, Vladimir
Cerrón ha sido el primero en mover su reina en le tablero de ajedrez. En
reciente artículo que circula en las redes anuncia que su pacto es con la
caviarada contra la oposición.
No con toda la
caviarada, desde luego, sino solo parte de ella. Y lanza también anzuelos a
sectores “progre” de la oposición, a los que generosamente incluye en su dream
team ministerial. Solo pone como condición que sean desterrados del entorno
presidencial los sobrinos, los chotanos y los sindicalistas, que generan desorden
infantil con sus excesos. Este Vladimir tiene claro su “qué hacer”, y no carece
de sentido del humor.
Solo que la caviarada,
al parecer, prefiere comerse el sapo de pactar con la oposición con tal de
sacar al cerronismo del gobierno (o por lo menos del gabinete). La izquierda ha
traído al gobierno su endémico divisionismo y el cisma es hoy entre caviares y
cerronistas. No se trata de diferencias dogmáticas sino de un mero conflicto de
poder. La ridícula discusión de hoy sobre si el ministro de Educación es o no
parte de la “cuota caviar” en el gabinete revela que ninguno va a ceder una
silla. El cerronismo pareció creer que tomaría el poder, y ahora podría incluso
resultar perdiendo más sillas en el próximo gabinete, que es inminente.
De nada sirve el cisma
de la izquierda, sin embargo, si el juego de la oposición es tan limitado que
no es capaz de aliarse con ninguno de los dos para derrotar al otro.
La oposición no parece
entender que el escenario que pisa es un tablero de ajedrez y no una cruzada santa
donde los templarios no saben si están sitiados o son los que asedian el
castillo. La oposición no distingue entre sus dos enemigos. Para ella son todos
rojos y la misma cosa. Esa es su debilidad, no su fortaleza.
Vistos de cerca, ninguno
de los tres actores es sólido. Hablamos de cerronismo, y no del partido
gobierno, porque la parte de la bancada de Perú Libre que es cerronista hoy parece
dispuesta a volver con Castillo a cambio de sillas en el gabinete. Hablamos de una
caviarada enemiga del cerronismo a pesar de que parte de ella está dispuesta a
compartir incluso, si no hay remedio, la misma incómoda silla en el gabinete.
Pero, sobre todo,
hablamos de la oposición y no de un movimiento político fuerte, porque no es
capaz de presentar hasta hoy una propuesta de reforma política y económica, ni
parece tener otra argamasa u otra estrategia que el miedo al comunismo.
Eso no basta. Hace
falta una visión que realmente deslumbre al Perú, incluso a la izquierda. Pero la
oposición no la tendrá mientras no acoja la propuesta que ha hecho Hernando de
Soto al Perú y al mundo de consolidar la propiedad de la tierra para resolver
con equidad el falso conflicto entre comunidades y minas, mientras no denuncie
sin miedo el mercantilismo corrupto que pone al Estado al servicio de intereses
privados. Confesional como es, la oposición debería saber que no hay perdón sin
acto de conciencia, ni exento de autocrítica, ni carente de propósito de
enmienda.
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