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martes, 23 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA domingo 21 noviembre 2021 "El poder y el bolsillo"

 


Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.

 

 

MEDIA COLUMNA

El poder y el bolsillo

 

 

Jorge Morelli


jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

 

Claramente, el Congreso no piensa darle al gobierno facultades para una reforma tributaria. Y este recurrirá entonces al endeudamiento. Lo viene haciendo ya, con emisiones de bonos por miles de millones de dólares y euros, que ha colocado con relativa facilidad en el mercado global.

 

El candado puesto en los 90 establecía que la deuda externa no debía pasar del 30% del PBI. Esa valla quedó por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39% del PBI ya antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año. Para fines comparativos, sin embargo, la deuda chilena llega a 72% de su PBI. En suma, el gobierno tiene techo aún para endeudar al país. Y lo hará.

 

Previniendo una inflación masiva -la actual ya llega a 6% anual, algo no visto en tres décadas-, el BCR se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Nadie sabe si realmente la inflación será transitoria y bajará cuando se recompongan las cadenas de la oferta global rotas por la pandemia -como creen Joe Biden y la Fed-. Puede  ser permanente en el Perú si no hay inversión y la oferta no es capaz de responder a un aumento inflacionario de la demanda. 

 

La decisión del BCR desatará las furias en ambas orillas, sin embargo. Porque el alza de la tasa para frenar la inflación frena también el crecimiento.  

 

La decisión del BCR no va a contentar ni a empresarios ni a emprendedores ni mucho menos a los trabajadores. Supone el retiro del estímulo monetario que les ha permitido sobrevivir en la travesía de la pandemia. Por gradual que sea, sentirán la pegada.

 

Por su lado, la izquierda en el gobierno se halla aún más descontenta con esta decisión del BCR, que marca el inicio del fin de la política monetaria expansionista en el Perú. No podrá impedirla. Comenzará a sospechar que está en el gobierno, pero no en el poder. Creerá que es objeto de una conspiración política y tramará una venganza.

 

La decisión del BCR no bastará, sin embargo. El banco no puede abatir la inflación por sí solo.

 

De un lado, el endeudamiento va a permitirle al gobierno el populismo a que se compromete a diario con sus ofrecimientos, que no sabe cómo cumplir. Es innecesario enumerarlos. De otro, la oposición radical cree que el gobierno planea una orgía demagógica y ha optado oportunistamente por una política de tierra arrasada, a la espera de que la inflación y el malestar popular se encarguen de la vacancia para la que no tiene votos en el Congreso.

 

Nada nuevo bajo el sol. Vacancia parlamentaria y renuncia por acción de la calle son, desde hace décadas, las formas latinoamericanas del golpe no tradicional. Las hemos sufrido todas en el corto plazo de tres años. Y no hemos aprendido nada. Más de lo mismo nunca produce resultados diferentes.

 

Nada resolverán la vacancia o la renuncia. Por el contrario, como sucedió en Iraq con el Estado Islámico, en Libia y en Egipto luego de la “primavera árabe”, lo que viene después puede ser peor si el pueblo es engañado. La extrema derecha está jugando con fuego.

 

Gobierno y oposición deberían pensar mejor, negociar las facultades legislativas y elaborar una estrategia para domar la inflación, que es el flagelo del pueblo. Si ambas orillas coinciden hoy, en cambio, en impedir el abatimiento de la inflación, estaremos ante la paradoja de que los extremos se tocan cuando se trata del poder o del bolsillo. 


Claramente, el Congreso no piensa darle al gobierno facultades para una reforma tributaria. Y este recurrirá entonces al endeudamiento. Lo viene haciendo ya, con emisiones de bonos por miles de millones de dólares o euros, que ha colocado con relativa facilidad en el mercado global.

 

El candado puesto en los 90 establecía que la deuda externa no debía pasar del 30% del PBI. Esa valla quedó por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39% del PBI ya antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año. Para fines comparativos, sin embargo, la deuda chilena llega a 72% de su PBI. En suma, el gobierno tiene techo.

 

Previniendo una inflación masiva -la actual ya llega a 6% anual, algo no visto en tres décadas-, el BCR se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Nadie sabe si realmente la inflación será transitoria y bajará cuando se recompongan las cadenas de la oferta global rotas por la pandemia -como creen Joe Biden y la Fed-. Puede  ser permanente en el Perú si no hay inversión y la oferta no es capaz de responder a un aumento inflacionario de la demanda. 

 

La decisión del BCR desatará las furias en ambas orillas, sin embargo. Porque el alza de la tasa para frenar la inflación frena también el crecimiento.  

 

La decisión del BCR no va a contentar ni a empresarios ni a emprendedores ni mucho menos a los trabajadores. Supone el retiro del estímulo monetario que les ha permitido sobrevivir en la travesía de la pandemia. Por gradual que sea, sentirán la pegada.

 

Por su lado, la izquierda en el gobierno se halla aún más descontenta con esta decisión, que marca el inicio del fin de la política monetaria expansionista en el Perú. No podrá impedirla. Comenzará a sospechar que está en el gobierno, pero no en el poder. Creerá que es objeto de una conspiración política y tramará una venganza.

 

La decisión del BCR no bastará, sin embargo. El banco no puede abatir la inflación por sí solo. El endeudamiento va a permitirle al gobierno caer en el populismo a que se compromete a diario con sus ofrecimientos, que no sabe cómo cumplir. Es innecesario enumerarlos.

 

La oposición radical, por su parte, cree que el gobierno planea una orgía demagógica y ha optado oportunistamente por una política de tierra arrasada, a la espera de que la inflación y el malestar popular se encarguen de la vacancia para la que no tiene votos en el Congreso.

 

Nada nuevo bajo el sol. Vacancia parlamentaria y renuncia por acción de la calle son, desde hace décadas, las formas latinoamericanas del golpe no tradicional. Las hemos sufrido todas en el corto plazo de tres años. Y no hemos aprendido nada. Más de lo mismo nunca produce resultados diferentes.

 

Nada resolverán la vacancia o la renuncia. Por el contrario, como sucedió en Iraq con el Estado Islámico, en Libia o en Egipto luego de la “primavera árabe”, lo que viene después puede ser peor si el pueblo es engañado. La extrema derecha está jugando con fuego.

 

Gobierno y oposición deberían pensar mejor, negociar las facultades legislativas y elaborar una estrategia para domar la inflación, que es el flagelo del pueblo. Si ambas orillas coinciden hoy, en cambio, en impedir el abatimiento de la inflación, la paradoja es que los extremos se tocan cuando se trata del poder o del bolsillo.

 

 

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