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MEDIA
COLUMNA
Fábula del Estado
desnudo
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Por una situación que el
Estado peruano ha generado existen las guerras de la electricidad. Mil grandes
empresas peruanas han visto su costo de energía reducirse a la mitad. Parece un
escenario ideal, pero no es real, porque no es sostenible. Están comprando
energía por debajo del costo.
No es su culpa. La culpa
es del Estado, que ha interferido el libre mercado. El primer perjudicado es el
propio Estado, que posee cinco empresas de generación que representan el 25% de
la potencia instalada nacional. Todas ellas son hidroeléctricas.
Sobre todo, pierden los
pensionistas del Perú, ya que las utilidades de Electroperú, una de las
anteriores, pagan sus pensiones al sistema previsional público. Los
pensionistas subsidian el precio de la energía.
Regresar a declarar los costos
reales de las empresas que generan electricidad no es solo correcto, es inevitable.
Y todos lo saben. Incluso las empresas beneficiadas. Solo piden que no sea de inmediato,
porque han firmado contratos que deben
cumplir.
Cómo se generó esta mega interferencia
del Estado en el mercado es algo que necesita una narrativa. Una hipótesis posible
es que ocurrió cuando, como en una fábula, el Estado peruano decidió cambiar la
base energética del país del petróleo al gas.
El gas sería más barato
que otra fuente de energía solo una vez masificado su consumo y exportado el
saldo, a las minas del norte de Chile por ejemplo. Provisionalmente, mientras eso no estuviera en su sitio, debe
haber parecido una buena idea crearle un mercado al gas. Un mercado
provisional, digamos, mientras se construía la infraestructura de gasoductos y
de distribución masiva.
Esta es la vieja trampa de
la profecía que se realiza a sí misma, que sumió al Perú en el subdesarrollo
por décadas.
El mercado provisional
habría sido el de la generación de electricidad con gas. Para mantener bajos los
precios de la electricidad, sin embargo, el Estado necesitaba mantener bajos
también los costos. Eso explicaría por qué se permitió a las generadoras de electricidad con gas declarar costos que
no eran reales, por debajo de los declarados por sus competidoras -las
hidroeléctricas- que generan electricidad no con gas sino con la fuerza del
agua.
Como siempre en el Perú,
sin embargo, lo provisional se volvió permanente. La construcción de la
infraestructura del gas se paró en seco enredada en el nudo gordiano de la gigantesca
red de la corrupción. El mercado masivo de consumo que se iba a generar no
llegó a alcanzar la magnitud necesaria. Los chilenos encontraron alternativas
en la energía solar para sus minas. Y el autoengaño de los costos se volvió una
trampa de la que el Estado ya no supo y no sabe hasta hoy cómo escapar.
Hasta la fecha el Estado
está atrapado en esto, ataviado de una energía a precios irreales, y así seguirá
hasta que alguien se anime a desnudar la verdad y decir en voz alta que esta es
solo la enésima reedición de la vieja fábula del rey calato.
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