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sábado, 12 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 11 octubre 2019


MEDIA COLUMNA
“Incapacidad moral”


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


El desastre de la mayoría parlamentaria en el Congreso este quiquenio tuvo el epicentro en la decisión política innecesaria de vacar la Presidencia de la República. El presidente debió ser investigado y procesado como manda la Constitución, al final de su gobierno, como se hizo con todos los anteriores. Lo que hizo el Congreso fue derrocar al poder, y no se derroca al poder sin consecuencias. Es lo que ha sucedido.  

Una causal de la vacancia de la Presidencia –tal como se halla en la Constitución- es la falla más grave en el malogrado equilibrio de poderes peruano entre el Ejecutivo y el Legislativo. Es un instrumento de chantaje político permanente, una Espada de Damocles sobre la cabeza del poder Ejecutivo. La causal de vacancia por “incapacidad moral” es una supervivencia arcaica que no está definida en ninguna parte de la legislación peruana y que consiste en lo que el Congreso decida.

El Congreso declara la vacancia por “permanente incapacidad moral” del presidente, además, con dos tercios de los votos de la única cámara. Hasta hace poco, el Congreso declaraba la vacancia con solo la mitad de los votos de la única cámara. Hoy suspende al presidente declarando su “incapacidad moral temporal” con la mitad de los votos cuando, como en el caso reciente, no le alcanzan los votos para declararla “permanente”. Esas causales son una burla a las instituciones democráticas cuyo empleo arroja sombras sobre la capacidad moral de quienes las han usado. La democracia peruana no tendrá estabilidad hasta que hayan sido derogadas.

Eso no es todo. En nuestro fallido equilibrio de poderes, el Congreso censura a los ministros también con solo la mitad de los votos de la única cámara. E insiste en proyectos de ley observados por el Ejecutivo igualmente con solo la mitad de los votos de la única cámara. En todas las democracias de América, sin excepción, el Congreso solo puede insistir si tiene dos tercios de los votos de cada cámara. En nuestro caso ese poder absoluto no tiene contrapeso. Es por esto que el Congreso del Perú se autodenomina sin pudor el “primer poder del Estado”.

Un nuevo equilibrio de poderes comienza por la bicameralidad. Permite encapsular el conficto de poderes dentro del Congreso y retirarlo de la tensa relación entre el Legislativo y el Ejecutivo donde produce crisis.   

No obstante, el Congreso se niega a perder el poder. Las reformas relativas al sistema de gobierno –la bicameralidad entre ellas- fueron expresamente puestas de lado por la mayoría parlamentaria. Ante la no reelección, la mayoría trató de usar la bicameralidad para reelegirse al Senado. Tratando de medrar a espaldas del pueblo, puso en evidencia su propia incapacidad moral. Esta es la triste verdad. 

Es por eso que la discusión sobre el obstruccionismo está descaminada. Poco importa cuántas insistencias hubo en proyectos observados o cuántas delegaciones de facultades hubo, ese premio consuelo. Lo que importa es que en tres años de este quinquenio ha habido dos presidentes, cinco gabinetes y ochenta ministros. Ese es el síntoma clásico de la democracia de baja gobernabilidad sin equilibrio de poderes. Es lo que el Congreso tendrá ahora año y medio para corregir. Pero tendrá que renunciar a su propio poder.