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MEDIA COLUMNA
La trampa del noble Bruto
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Francia ha
tenido cinco repúblicas. Recién en la Quinta alcanzó un equilibrio de poderes
razonable. Es hora de comprender que debemos hacer lo mismo: nuestra democracia
de baja gobernabilidad necesita un rediseño en su equilibrio de poderes, mal
balanceado desde el primer día de la existencia de la República, hace 200 años.
San Martín y
Bolívar lo sabían muy bien. Por eso este último recetaba en el Discurso de
Angostura que, si se quiere tener una república, hay que encontrar el modo de equilibrar
el enorme peso del Congreso con el poder del Ejecutivo. Pese a la advertencia,
nosotros elegimos el combo equivocado: ser una república y darle el mayor poder
al Congreso. Y la anarquía los devoró a ambos. Es lo que hoy ocurre nuevamente.
Arrastramos este
desequilibrio de poderes que ha incubado nuestra democracia de baja
gobernabilidad incapaz de resolver los problemas. El pueblo, entonces, detesta al
Congreso, símbolo de la anarquía, el villano al que hace responsable de la
ingobernabilidad.
Por lo mismo, no
hay que caer en la mala trampa narcisista de Marco Junio Bruto, quien creyó salvar
a la república de Roma asesinando a Julio César. Al noble Bruto el pueblo
romano se le fue encima. Lección: no es necesario defender el statu quo reaccionario de una
república que el pueblo detesta creyéndola la última trinchera de la
democracia, en lugar de corregir la falla evidente en su arquitectura
institucional y rediseñar el equilibrio de poderes. Francia lo consiguió recién
en 1958.
Esta misma vleja
enfermedad crónica que hace recrudecer una y otra vez el conflicto de poderes en
nuestra democracia es la que hoy asoma una vez más, y solo a los desavisados
les parece nueva. Décadas atrás, el golpe de Estado tradicional solía interrumpir
el proceso. Hoy continúa hasta la putrefacción y desemboca en la anarquía.
Es fácil imaginar
cómo puede evolucionar mal el proceso hoy. El Presidente ya ha anunciado que su
propuesta de adelanto de elecciones “no es negociable”. Si persiste en ello contra
todo buen consejo, el gobierno hará cuestión de confianza de su proyecto de referéndum.
Sofistas diligentes, los constitucionalistas se dividirán en dos bandos que
tomarán posturas opuestas sobre la constitucionalidad de la cuestión de
confianza en esta materia. Apoyándose en los suyos, el Congreso rechazará la
confianza (el TC ha precisado que no puede rechazar el proyecto como tal).
Respaldado por sus propios sofistas, el gobierno declarará entonces al Congreso
constitucionalmente disuelto. Este se atrincherará en el Hemiciclo ante una disolución
que considera inconstitucional y, acto seguido, declarará la vacancia de la
Presidencia de la República por segunda vez en este quinquenio desamparado por
los dioses.
Ya no es una
tragedia, es un sainete. Cualquier día despertamos para saber que el Estado
peruano ha dejado de existir, ya que el Congreso dice que la Presidencia ha
vacado y el Ejecutivo que el Congreso está disuelto. Dos gladiadores ancianos se
han asesinado mutua y simultáneamente en la arena para regocijo del pueblo que
ruge en las graderías porque ya era hora de que acabara este grotesco e innoble
espectáculo.
El buen
escenario, en la otra mano, es que el Congreso saque un as de la manga y
presente al Presidente una propuesta que este no pueda rechazar. Y que entre
ambos metan luego en un cajón todos estos despropósitos -el adelanto de las
elecciones, la disolución del Congreso y la vacancia presidencial- le pongan
candado y boten la llave.
Solo así comenzarán
a prestar atención al verdadero enemigo que en el Sur toca las puertas y
amenaza con capturar el poder en el Perú.
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