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MEDIA COLUMNA
Malas y peores
noticias
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
De guiarse por las
encuestas, Evo no alcanzaría hoy en las elecciones bolivianas el 50 por ciento
de los votos. Ni conseguiría los diez puntos de distancia sobre Carlos Mesa
para ganar en primera vuelta. Según la agencia EFE, Evo tiene 30 por ciento y
Mesa 27 por ciento del voto. Bolivia iría a la segunda vuelta, entonces.
Evo va por la cuarta
reelección hasta el 2025, a la que llega luego de retorcer la Constitución una
vez más con la ayuda de sus jueces para que ésta diga lo que haga falta. Son
los sacerdotes, supremos intérpretes del oráculo
constitucional. Y este es el mundo andino. Evo tiene 60 años y 14 en el
gobierno de Bolivia. Es el curaca.
Pero esta vez no lo tiene todo
controlado. En su última reelección a estas alturas tenía más del 50 por ciento del voto. Ahora va
camino de perder la mayoría parlamentaria en el Congreso incluso, si gana. Salvo, por supuesto, que
haya fraude electrónico. Sus aliados en Caracas y la Habana son duchos en estos
recursos desesperados cuando todo lo demás falla. De modo que hay que prepararse para otra victoria de Evo en primera vuelta con más del 50% de
los votos de una vasto contingente de bolivianos inexistentes.
Si tiene lugar, la segunda
vuelta boliviana será el 15 de diciembre, a 40 días de la elección del Congreso peruano de año y medio.
Una nueva victoria electoral
de Evo tendrá un efecto devastador en el voto del Sur del Perú. No solo en Puno
por el “efecto aymara”, sino en Arequipa, Moquegua y Tacna, por la masiva migración
puneña que es ya una porción decisiva del electorado en esas regiones.
Esos votos irán al
radicalismo de izquierda, no a los candidatos de la caviarada, afortunadamente.
Porque los radicales están radicalmente equivocados, pero no son fantasmas. Tienen
un electorado enraizado en la tierra, en el pueblo minero y comunero. Son
reales. La caviarada, en cambio, es un hecho político puramente mental,
ideológico, sin raíces en la realidad.
Estas son malas noticias,
entonces, solo si el Perú no tiene una propuesta para resolver dentro de un
nuevo paradigma el conflicto entre los que tienen los recursos del subsuelo y
los que controlan la tierra sobre ellos. Afortunadamente, ese paradigma ya
existe y debe ser el centro del debate del Congreso de año y medio.
Las peores noticias no vienen
de La Paz, sino de Buenos Aires. El domingo próximo, 27 de octubre, el
peronismo va a arrasar en las elecciones y volverá al poder. Necesita solo el
45% de los votos para ganar e primera vuelta o el 40% y diez puntos de
diferencia sobre el segundo. Las encuestas le dan entre 50% y 54% contra 32% o
34% al presidente Macri. Este asunto ha acabado.
La caviarada ha destruido a
la Argentina. Uno de los países más hermosos de la Tierra -con uno de los
pueblos más solidarios y con el mejor humor de esta parte del mundo- ha sido
puesto de rodillas y arrastrado a la miseria por una cúpula ideológica que
responde a constructos intelectuales en la irrealidad, que ha producido como
resultado una generación que vive del empleo público y del favor político sin conexión
alguna con la economía real, con las minas o la tierra.
Esta es su receta. Todos
deben vivir de la benevolencia del Estado, Todos deben su
vida a la lealtad incondicional al poder político, dueño de los recursos. Hoy, los
amos de ese pueblo reducido a la condición de mendigo se preparan para celebrar
una vez más el domingo con sus aliados de Buenos Aires, de Sao Paulo, de La
Paz, de Caracas, de La Habana y del DF mexicano la enésima victoria que les
permite seguir medrando del pueblo latinoamericano.
Pero los peruanos nos hemos
librado varias veces de ese destino en el pasado. De nosotros depende hacerlo
nuevamente. Hemos sido el bastión de la libertad en la región. Volveremos a
serlo.
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