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MEDIA COLUMNA
No repitamos la historia
de Salvador Allende
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Si la izquierda pasa a la segunda
vuelta, el país se vería en la situación de elegir entre dos escenarios muy
distintos. En uno, nuestra democracia de baja gobernabilidad desembocaría en un
remanso de estabilidad jamás vista en el Perú: un gobierno con mayoría
parlamentaria propia, capaz de llevar a cabo, al fin, las reformas de segunda
generación –en salud, educación, formalización, participación, seguridad y
justicia- que la sociedad y la economía peruanas necesitan para el siglo XXI.
En el otro, nuestra democracia de
baja gobernabilidad se lanzaría a un estrecho de aguas revueltas -un pongo de Manseriche-
donde la estabilidad es imposible: un gobierno de izquierda con mayoría parlamentaria
de oposición en el Congreso.
Al respecto, hay un estudio de caso:
el del gobierno de Salvador Allende en Chile, 45 años atrás.
Allende instaló en Chile un gobierno
de izquierda elegido en las urnas, que se lanzó a la aventura política de llevar
a cabo en la sociedad y la economía chilena la primera revolución socialista “en
democracia” del mundo.
La estatización de empresas extranjeras
–con aspaviento publicitario- pronto dio al traste con la inversión y el
crecimiento de la economía. A la espera de que la oferta centralmente planificada
de la economía respondiera a la demanda artificialmente incrementada, todo se
financió –provisionalmente, dijeron- con emisión de dinero.
Esto, a la espera de que los préstamos
al gobierno allendista de la Unidad Popular llegaran desde el sistema
financiero o, en su defecto, desde el bloque socialista soviético, fuerte todavía
en aquel entonces.
El aumento de salarios con masivo
déficit fiscal para aumentar la demanda y sostener la popularidad del gobierno,
pronto produjo inflación, que desembocó en el control de cambios. Evaporados
los dólares, la espiral de devaluación e inflación finalmente produjo la devaluación
masiva que puso de rodillas al experimento de la revolución “en democracia”. Los
créditos socialistas nunca llegaron.
Como sabemos, el experimento acabó
tristemente en el golpe de Estado de Augusto Pinochet, con Allende muerto en La
Moneda durante el golpe. Años después, los líderes de la Unidad Popular se
juntaron en una universidad europea a escribir un libro sobre el experimento, prologado por la
viuda de Allende, Hortensia Busi.
La culpa del fracaso, concluyeron,
fue la falla técnica de la planificación central, que no logró que la oferta respondiera
a la demanda porque, en lugar de ahorrar para reinvertir a través de un
organismo central creado para ese fin, transfirió los recursos al gasto público
a la espera de los préstamos que nunca llegaron. EEUU bloqueó los préstamos,
dijeron, y financió el golpe de Estado, aseveraron. Hasta hoy, esta es la versión
oficial de la izquierda chilena de la tragedia. No ha podido sobreponerse a
ella.
Como no hay nada nuevo bajo el
sol y la tragedia suele repetirse –a veces como farsa, según decía Carlos Marx-
conviene aprender de la lección de nuestros vecinos chilenos.
Porque hoy votamos para elegir
entre el pasado y el futuro.