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MEDIA COLUMNA
Ojo al 136
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Disimulado entre paredes de texto sobre otros temas, en la Constitución Política del Perú duerme un dispositivo explosivo con mecanismo de relojería.
Puede volar pronto,
dependiendo de que el sigilo logre hacernos llegar en amena polémica hasta las
elecciones de enero sin que nadie advierta la presencia de esa lotería del
desastre.
El dispositivo late oculto
en el artículo 136 de la Carta. Dice: “Si las elecciones no se efectúan dentro
del plazo señalado, el Congreso disuelto se reúne de pleno derecho, recobra sus
facultades, y destituye al Consejo de Ministros”.
En este momento deja de
latir el mecanismo, se produce un silencio ominoso que es la antesala del
pánico, y el lector abandona la lectura de esta columna, ya completamente
inútil.
Ahora todo es meditar sobre
dónde ponerse a recaudo. Ya se avizora a la distancia y por adelantado cómo se
desarrolla el hongo atómico.
Que el Congreso disuelto
recobre sus facultades por la vía del vencimiento del plazo de cuatro meses que
la Constitución establece para la elección –y que expira el 30 de enero- sería
objeto de rechazo por el pueblo si fuera por la vía del intento deliberado de
impedir las elecciones convocadas. No es el empleo del caos y la fuerza material
el escenario en que la Constitución se pone al contemplar el mecanismo.
Es forzoso advertirlo.
Sería grave que semejante despropósito estuviera en el cálculo de alguien. Que todos
sepan que, aunque el mecanismo de relojería no haya sido echado a andar, no se puede
contar con que nada ocurra. Por el contrario, es obligatorio asumir, aunque solo
sea como hipótesis de trabajo, que en las sombras se oculta la astucia –esto se
expresa mejor en abstracto medieval- al acecho de la captura del poder.
Porque, en efecto, ¿quién sería
el beneficiario e un caos como el de Santiago, Quito o La Paz? Ciertamente no
el Congreso disuelto. Hay que ver a quién se le hace el juego. Una vez más, no
me cansaré de repetir que las guerras se pierden por luchar contra el enemigo
equivocado.
Lo mejor sería, desde
luego, que nadie haya advertido la existencia del mecanismo de relojería
disimulado en la entrelínea de la Constitución. Aun a riesgo de despertar
ambiciones dormidas, sin embargo, es indispensable destapar esta olla antes de
que la presión acumulada estalle.
No estamos para intrigas.
Ya hemos tenido más que suficiente.
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