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MEDIA COLUMNA
Piratas de tierra
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Al informe Lava
Jato le ha faltado perspectiva política.
El plan de sembrar
la corrupción en el Perú y en toda América del Sur fue un designio concebido y sistemáticamente
ejecutado desde el Foro de Sao Paulo por la izquierda brasileña y el Partido de
los Trabajadores bajo las órdenes de Luis Ignacio da Silva, Lula, hoy un preso
que acaba de perder la última elección de su vida.
Fue el Estado
brasileño, en efecto, el que instrumentó a las empresas, corruptas desde hace
décadas y adictas a mercados cerrados que excluyeron siempre a la competencia.
La codicia la pusieron las empresas, pero fue el Estado brasileño el que les
proporcionó la cobertura de las políticas del mercantilismo.
De lejos le venía
también el imperialismo expansionista. Desde el siglo XVI, el Imperio portugués
en el Brasil se hacía de la vista gorda ante los bandeirantes, los piratas de la
tierra, que por 200 años empujaron los límites más allá del Tratado de
Tordesillas que en tiempos de Isabel la Católica fijó la frontera entre España
y Portugal en América. Por dos siglos, los bandeirantes esclavistas fueron
mantenidos a raya en las fronteras del Imperio Español por los jesuítas en las
misiones del Paraguay, de la Argentina y de Bolivia. Son fabulosos los templos
construidos en esas misiones, también en el Perú. Eran inmensas haciendas donde
los indígenas eran severamente organizados para el trabajo de la tierra y evangelizados
dentro de un rígido modo de vida, tenidos como novicios en la más humilde de
las tareas de la Ciudad de Dios en la Tierra. El desastre vino cuando el rey de
España, Carlos III, el déspota ilustrado por excelencia, ordenó la expulsión de
la Compañía de Jesús de todos los territorios del Imperio Español,
supuestamente por azuzar disturbios a favor del control del precio del pan, en
realidad por haberse convertido a través de la educación en un poder que
desafiaba a la monarquía absolutista. Uno puede imaginar lo que habrá sido la
procesión de frailes dejando los templos de las misiones en toda América del
Sur y a los indígenas en las fronteras a merced de los bárbaros bandeirantes.
Esta es la
perspectiva en la que se inscribió el “neo imperialismo” corrupto del Foro de
Sao Paulo, que contagió al continente con la tácita complicidad de La Habana y
de Caracas, una vez fracasado el intento de exportar el castrismo a América del
Sur con Allende en Chile y con Velasco en el Perú.
Los indicios son quizá
que las empresas brasileñas tal vez habrían preferido que en 2011 no ganara la
izquierda en el Perú, pero en última instancia les daba lo mismo mientras pudieran
planear obras faraónicas, manipular las licitaciones de obra pública y
multiplicar al infinito las adendas prometidas. Porque debían obedecer a sus
patrones, los políticos del Foro de Sao Paulo. Estos bandeirantes modernos no
eran piratas independientes, sino una organización para capturar la economía de
Sudamérica y tomar el poder. Esto es lo que permaneció oculto debajo de la
codiciosa minucia de las empresas corruptas.
Esta es la perspectiva
política que había que explicar al pueblo peruano, la que este necesita conocer.
Y se halla clamorosamente ausente del informe de la comisión Lava Jato.
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