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MEDIA
COLUMNA
Por qué
fracasan la
izquierda
y la derecha
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
No habrá ni disolución del Congreso, ni vacancia de la Presidencia, ni asamblea constituyente.
Tampoco habrá
gabinete de camaradas, ahora que la caviarada ha fracasado en el premierato.
Pero la izquierda seguirá
fracasando en el gobierno, porque hay una brecha enorme entre su composición de
lugar y la realidad. Lo que caviares y camaradas necesitan es madurar, refundar
la izquierda peruana. Pero no de arriba hacia abajo, desde prejuicios
doctrinarios, sino de abajo hacia arriba, mirando la realidad en primer lugar,
como José Carlos Mariátegui y José María Arguedas, desnaturalizados más tarde por
demagogos que se apropiaron de la izquierda.
No obstante, madurar
es lo que necesita también la otra orilla.
Veamos. ¿Por qué han
fracasado Macri en la Argentina, Piñera en Chile, y están cerca de hacerlo Duque
en Colombia y Bolsonaro en Brasil?6
¿Y por qué fracasa la
izquierda nuevamente con los Fernández en Argentina, y va a hacerlo en Brasil de
nuevo con Lula (que volverá al gobierno), o probablemente en Chile, con Boric?
Mención aparte merecen
Venezuela, que no es una democracia, y el Perú, que es el laboratorio de ensayo-error
más desaforado de todo América del Sur. Acá han fracasado en los últimos 20
años o lo están haciendo Castillo, Sagasti, Vizcarra, Kuczynsky, el segundo
alanismo, y Toledo. Alguno en grados, los demás estruendosamente. Pero también
antes de ellos, por omisión Fernando Belaunde, y estrepitosamente el primer
alanismo, todos por mala lectura de la realidad, de izquierda o de derecha.
Desde luego, cada experiencia
fallida tuvo o tiene sus propias circunstancias particulares, únicas e
irrepetibles, pero también tienen todas ellas al menos un factor en común. Pienso
que la derecha o la izquierda llegan al gobierno, pero no al poder, porque las nuestras, en Sudamérica, son democracias de baja
gobernabilidad incapaces, por eso mismo, de resolver los problemas del pueblo.
Fujimori es el único
del que se puede decir que no fracasó en el Perú. Pero fue porque, cuando se
vio amenazado por la vacancia y sitiado entre una economía en escombros y la insanía
terrorista, replanteó las reglas del juego de la gobernabilidad. Solo entonces pudo
gobernar, parar en seco la hiperinflación, derrotar al terrorismo senderista, y
volver al orden constitucional en menos de un año. Lo anunció en Las Bahamas en
mayo de 1992 y el nuevo parlamento se instaló el 30 de diciembre, ocho meses
después. Pero no fue el 5 de abril lo que hizo posible la gobernabilidad, fue
la Constitución de 1993 lo que la hizo posible, y permitió al Perú un
crecimiento que le ha tomado a la demagogia de izquierda 30 años derribar.
No basta romper
huevos para hacer tortillas. La prueba de que no fue el 5 de abril lo que logró
la gobernabilidad es que cuando Vizcarra intentó su propio “5 de
abril” disolviendo inconstitucionalmente el Congreso el 30 de setiembre de
2019, la decisión condujo, un año despúes, a la
vacancia de su propia Presidencia el 9 de noviembre de 2020.
El desafío hoy es
construir la gobernabilidad de abajo hacia arriba, prestando atención primero a
lo que existe en la realidad, la necesidad del pueblo de acceder a una verdadera
propiedad formal de la tierra y al capital.
Y añadir en nuestro
caso, esta vez, un indispensable rediseño del balance entre los poderes del
Estado en el capítulo político de la Constitución del 93. No basta la
separación de poderes, debe haber equilibrio entre ellos. Y no lo habido nunca en
el Perú desde la fundación de la República.
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