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Otro gallo le cantara
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
El empecinamiento del gobierno humalista en
retener a cualquier costo la Mesa Directiva del Congreso le ha llevado a pagar
el alto precio de la pérdida de su mayoría parlamentaria. Otro gallo le cantara
hoy si, en lugar de eso, hubiera cedido la Mesa a la oposición. No se hallaría en
el predicamento en que se encuentra, ni la oposición estaría haciéndole pasar el
mal rato de la abstención en la confianza a su gabinete.
La oposición hace esto porque es necesario aunque
sea doloroso. El gobierno tiene aprender la lección y acusar recibo del
mensaje. Los dos años que le quedan no van a ser como los tres que ya pasaron. El
gobierno va a tener que consultar, convencer, explicar con buenas maneras cada
medida a la opinión pública de una manera seria y transparente, sin cartas bajo
la manga, sin sorpresas, hasta que todos queden convencidos de que la confrontación,
el resentimiento y la acrimonia que le caracterizaron durante tres años han
quedado sepultados.
La prueba ácida está a la vista. Con buen
criterio, el gobierno humalista está poniendo de lado hasta el momento toda tentación
de acusar a la oposición de obstruccionismo. Hacerlo sería otro error. Es ya un
pato rengo para los dos años que le quedan. Si esta condición le parece injusta
por prematura, no tiene a quien culpar sino a sí mismo.
Acusar a la oposición de obstruccionismo
sería una señal peligrosa de que está pensando en otro escenario y prepara un
golpe de mano. ¿Acaso creyó en algún momento que el Perú sería dócil como Venezuela a manos del castro-chavismo?
¿Quizás tuvo todo este tiempo un misterioso Plan B escondido en una gaveta? Si así
fue, ya era tarde el primer día. El Perú está de vuelta de todo eso y recoge las
señales al vuelo.
La oposición no va a caer en la trampa de dar
pretextos para permitirle al gobierno cerrar el Congreso. Examinemos este escenario,
que algunos creen posible, solo como un ejercicio de prevención. Es difícil que
el gobierno quiera forzar esa figura, porque caería en su propia trampa. Perdería
las elecciones que convocara. Si no las convocara, el Congreso por mandato
constitucional se reuniría nuevamente luego de cuatro meses. Se dirá que el ejecutivo
gobernaría cuatro meses mediante decretos de urgencia (dando cuenta a la
Comisión Permanente, que no puede ser cerrada). Podría incluso sorprender poniendo
en vigencia sus más anhelados proyectos, enfrentando al Congreso a hechos
consumados. Pero cruzaría el Rubicón al canjear por una ilusión efímera su legitimidad
política. Un negocio peor aún, si cabe, que haber sacrificado su mayoría
parlamentaria a cambio del plato de lentejas de la Mesa Directiva.
El problema es que el humalismo, con sus infantiles
ambivalencias, nunca convenció al Perú de que había aprendido realmente a jugar
limpio en la democracia. Si extirpa esas malas raíces, aún está a tiempo de que
mañana otro gallo le cante.