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MEDIA
COLUMNA
Empoderar a un
tercero
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
El premier Salvador del Solar respondió el miércoles pasado al emplazamiento que
hiciera el gobernador de Arequipa, Elmer
Cáceres, al presidente, Martín Vizcarra, al darle 72 horas para
anular la licencia de construcción otorgada a la empresa Southern. Es más, lo amenazó. Dijo
que el Presidente será
responsable de “los muertos que los problemas puedan
traer”. Del Solar le respondió que “no
hay espacio para ultimátums”. Añadió, en la otra mano, que “hay
grupos que tienen legítima posibilidad en democracia de demostrar su oposición“
y que el diálogo determinará cuál es la estrategia que puede aplicarse.
Pues bien, el viernes se venció el plazo de 72 horas y el
Gobierno no ha anulado la licencia que otorgó a Southern. Y ahora el gobernador
de Arequipa, ¿va a hacer qué? Se ha puesto en un disparadero. Al gobierno le
bastaba con no hacer nada -que es lo que mejor sabe hacer- para dejarlo en
ridículo. Es lo que está ocurriendo.
“Son cuatro días de huelga… Esto se va a intensificar… y
puede sumarse todo el sur del Perú”, volvió a amenazar en un tono ya cansino y gastado,
a ver a quién lograba asustar. Y volvió a repetir los ruidos ya conocidos en el
sentido de que no hay diálogo mientras la licencia siga activa. “Solo si se
anula podemos sentarnos”, agrega,
tratando de entreabrir una puerta que no es salida.
La pelota estaba en su cancha, solo había que dejarlo
desgastarse, pero el Presidente no podía dejar de intervenir. Y lo hizo
para dar medio paso atrás. “No
habrá ninguna construcción si previamente no se sienta a
dialogar la empresa con la población”, dijo. Ahora el diálogo es con la
empresa. Pareció que le estaba endilgando a la empresa la responsabilidad de
generar el diálogo lavándose las manos del asunto.
Fácil sería buscar las contradicciones entre el Presidente y
su Premier. Pero es una pérdida inútil de tiempo. El hecho es que, igual que en
Las Bambas -otro “diálogo” estirado hasta la náusea-, el caso Tía María va
camino de ser otro ejemplo de desmanejo penoso. Y esto ya está acabando con la
paciencia del país.
Por supuesto que las opciones no son lavarse las manos o
meter a la Policía en el lugar. Pero tampoco lo improvisar como mediador a un
obispo que bendiga el autoengaño de las partes y la mentira al país d un
diálogo que no va ningún sitio.
Ya que el gobierno evidentemente carece de algo que proponer en
el diálogo, y puesto que a estas alturas
no se le ocurre nada mejor que decirle a la empresa que arregle el asunto como
pueda, la única verdadera solución es empoderar para esta negociación a un
tercero que pueda aportar a las partes –a las autoridades y a la empresa, no ya
al Gobierno, que no debe meterse ya- una propuesta para resolver el problema de
fondo. Una propuesta que haga girar al diálogo sobre ella y no sobre un intercambio
puramente emocional y vacío entre una lista interminable de quejas y reclamos,
de una parte, y de la otra apelaciones impacientes llenas de suficiencia a la
“información objetiva” y a una “racionalidad” en la que la otra parte no
cree.
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