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MEDIA COLUMNA
El patrón yuan
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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La economía global parece oscilar pendularmente de
vuelta hacia el patrón oro, luego de casi cincuenta años de flotación sucia del
dólar y, con él, de todas las demás monedas.
Decir que el oro ha subido de precio cuatro veces en el
mercado global en los últimos cincuenta años, es un error de perspectiva. Lo
que ha ocurrido, en realidad, es que el dólar vale cuatro veces menos.
Pero durante estos cincuenta años, el oro ha seguido
siendo el refugio de las golondrinas del capital cuando el riesgo escapa fuera
de control. El oro es aún el referente último del valor. La diferencia con el
mundo anterior es que lo es sin respaldo legal.
Por lo tanto, es el refugio último del valor solo para
los que tienen la astucia y la posibilidad material de acumular reservas en oro
físico.
Es lo que ha hecho China.
Desde que en 1971 Richard ixon rompió el vínculo legal del
dólar al oro, vigente desde 1946 por los acuerdos de Bretton Woods, la
relatividad del valor económico en el mercado global –expresada en el valor
monetario- es la base material que ha hecho posibles, una tras otra, las
burbujas globales que han colapsado luego con enorme costo para la economía
global y la población de todo el planeta.
Del último colapso, hace ya diez años, la economía
global no se ha recuperado. Los bancos centrales no saben cómo retirar el
dinero que crearon para aliviar los efectos del colapso. Y los síntomas ya
preanuncian el colapso de la siguiente burbuja, de mayor magnitud esta vez. No
podemos seguir así.
El relativismo absoluto del valor ha convertido la
economía global en una cancha inclinada. Y comienza a hacerse visible nuevamente
la necesidad de un referente inmóvil, imparcial, una “medida de todas las
cosas”, una estrella inmóvil en el firmamento para guiar las naves de la
economía global. Es al mismo tiempo una reacción refleja que nunca nos dejará,
y que se expresa en la nostalgia de los valores en general.
Cien años atrás el desplazamiento de la libra por el
dólar luego de la Primera Guerra Mundial ocurrió gradualmente. No sucedió de un
día para otro. Ambas monedas convivieron durante algún tiempo compitiendo entre
sí, hasta que al cabo el dólar desplazó del
todo a la libra inglesa. Ese fue el verdadero final del Imperio Británico, que
duró un siglo desde exactamente cien años antes, en Waterloo.
Pero tal vez el oro vuelva mañana a ser esa estrella
fija. Solo que esta vez no a través de la libra esterlina o el dólar, sino del
yuan chino.
Londres parece haber comprendido esto con claridad y,
en cierto modo, a través de convenios para el manejo en Occidente de los
negocios en yuanes por medio de los bancos de la City prepara desde hace años su
retorno a través del yuan a la escena global. Es, en cierto modo, una revancha contra
el dólar que hace un siglo sacó a Londres de la escena.
Desde luego, nada de esto es evidente aún. La hegemonía
del dólar se mantendrá mientras sea la moneda en que se expresan todos los
precios internacionales que importan.
Pero esa es precisamente la batalla que veremos. China
sabe esto perfectamente y mide sus pasos cuidadosamente. Ciertamente, China
sirve con ello sus propios intereses, pero es algo legítimo si sirve también a
la estabilidad de la economía global del siglo XXI.
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