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Esto es Puno hoy
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
La mamita Candelaria es la inspiración de Puno. Su culto
se extiende a todo el sur del Perú y Bolivia junto con la ubicua presencia de los
puneños, que han crecido en el comercio (y las finanzas) de Tacna, Moquegua,
Arequipa y el Cusco. Su laboriosidad y organización comunal son por todos
reconocidas.
Puno en febrero es un lugar fuera del tiempo. Como todo ritual
de pasaje, tiene una fase inicial, la imagen de la Candelaria en procesión desde
su santuario a la Catedral de Puno, acompañada de su pueblo. Y una fase final
en la que, una semana después, el pueblo la lleva de vuelta a su hogar. Lo principal,
como en todo ritual, está en el misterioso momento central. El culto suspende por
una semana todo conflicto y lo canaliza hacia una rivalidad artística de
creatividad.
Los pueblos andinos se expresan en la danza, la música y los
trajes. Cada pueblo y comunidad tiene los suyos. En las procesiones de la Candelaria
los llevan orgullosamente. Aimaras y quechuas compiten en muchos modos, pero en
el marco de la devoción común de la Candelaria lo hacen mostrando sus danzas y sus
trajes “de luces”.
Pocos en el Perú conocen la magnitud que ha adquirido hoy este
evento. En Puno desfilan bailando cincuenta mil personas en trajes de luces durante
la Candelaria. Es un despliegue de riqueza material y cultural que no tiene igual
en todo el Perú, que solo se compara con el carnaval carioca, en los mismos días
de la Candelaria. Las culturas se expresan como son.
El jueves pasado, instituciones de Puno y de Lima organizaron
reunidas por el congresista puneño Lucio Avila la más extraordinaria presentación
que se ha hecho de la Candelaria en el Gran Teatro Nacional, transmitida por televisión
a todo el país. Es un reflejo de la Candelaria y aun así seiscientos danzantes
puneños dejaron a la audiencia boquiabierta ante lo que es Puno hoy.
Allí estuvieron con sus trajes rojos y negros y su
seriedad sobrecogedora los Sicuris –cuyo sonido es el mejor remedio contra la
depresión según José María Arguedas, apuntó el presentador-. Los Wifalas de
Azángaro, los Ayarachis de Lampa, los Chacareros de Ácora, los Kajelos de Laraqueri,
los Sikumorenos, los Caporales, la Llamerada, la Morenada, la Diablada y el Kacharpari,
el fin de fiesta.
Cada una de estas danzas es un mestizaje distinto de personajes
de la historia peruana y del mundo, incorporados todos a la coreografía: dioses
vikingos, indígenas norteamericanos, el ingeniero de Caporales, los arrieros altoandinos
a “kawallo”, una multitud de diablos enmascarados de miles de colores puestos todos
de rodillas ante la mamacha Candelaria. Es un despliegue de diversidad cultural
y de mestizaje de épocas. Los peruanos son excelentes en el arte de combinar
cosas abismalmente diversas.
Esto es Puno hoy. La organización comunal recupera una
fuerza que se despliega cada vez más en la política local. La enorme riqueza de
estas tierras que fueron las provincias del Collao, las más ricas del Tahuantinsuyo
y del Virreinato, está de vuelta. La minería, el comercio, la ganadería de las comunidades
renacen y poco le importa a nadie si el Estado puede hacer algo o nada al respecto.
En Puno está ocurriendo algo muy grande y muy fuerte, un renacimiento material y
cultural que se expande a todo el sur del Perú y que no solo no ha dado al
olvido con la Candelaria, sino que la ha convertido en su símbolo y su bandera.
Al final de la función, en la calle afuera del Teatro Nacional,
de manera espontánea cientos de chicas y muchachos con el polo de la Candelaria
ejecutaron una danza de Puno perfectamente coreografiada con una fuerza y una
alegría que muestra otra cara del Perú, la de una modernidad que no está reñida
con la tradición.