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MEDIA COLUMNA
Grieta en
la izquierda
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
La
propiedad estatal de los recursos naturales explica por qué la izquierda busca
en todas partes la captura del Estado. No existiría el chavismo en Venezuela si
el petróleo no fuera del Estado venezolano.
Por lo
mismo, si los recursos naturales fueran de quien controla la superficie -como
propone hoy, por ejemplo, la intelectualidad huamanguina- no tendría objeto alguno
ya la captura del Estado. ¿Quién quiere capturar el Estado si no es dueño de los
recursos naturales? En otras palabras, los intelectuales de hoy en la
universidad donde nació Sendero Luminoso han hecho un giro espectacular: han dejado de lado implícitamente idea de la
captura del Estado.
El plan reaccionario
de la caviarada latinoamericana, en cambio, pretende devolverle al Estado el
monopolio sobre los recursos naturales para capturarlo luego. No ha renunciado a
hacerlo incluso por la vía de la violencia, como acaba de demostrar una vez más
en Santiago, Quito y Bogotá siguiendo las directivas de sus amos de La Habana y
de Caracas, instrumentando el legítimo malestar del pueblo latinoamericano por
la desaceleración del crecimiento.
¿De dónde
emana, sin embargo, la grieta entre la intelectualidad caviar y la huamanguina? Pasa
por la cuestión de la propiedad. La izquierda intelectual está dividida entre quieren
la propiedad de los recursos naturales para los que tienen la tierra, y quienes
quieren mantener a toda costa esos recursos en poder del Estado para hacerse
luego de él. Son posiciones inconciliables. La brecha hoy se ha convertido en
una grieta.
La contradicción
nace de que en un lado se hallan quienes tienen raíces en la tierra -los
comuneros andinos y los mineros informales- que controlan de facto la superficie
sobre los recursos naturales. Y en el otro quienes pretenden mantener el
subsuelo en manos del Estado y, de ser posible, también la tierra misma en el
limbo de una informalidad en estado perpetuo de posesión precaria donde no
pueda haber propiedad.
Esto se
debe a que, a diferencia de los comuneros y mineros que viven de la economía
real en la tierra, la caviarada intelectual vive en todas partes, directa o
indirectamente, del Estado. Incluso cuando se trata de profesores o alumnos de
una universidad nacional, que es la que paga las cuentas. Muy distinto es el
caso de los intelectuales universitarios huamanguinos que, por su cercanía con la
economía real de las comunidades, ha llegado a comprender que la propiedad
estatal de los recursos es el enemigo.
Si ambas
izquierdas se equivocan, es por razones muy distintas. Entregar la propiedad de
los recursos naturales a las comunidades es un camino injusto e inequitativo
con las demás comunidades que no tienen recursos bajo sus tierras y para con
los demás peruanos que tienen igual derecho. Es, por lo tanto, un camino de
resultado incierto. Pero no atenta contra la propiedad. Al contrario, hace suya
la idea.
El
enemigo, por lo tanto, no es necesariamente la izquierda radical -aun la
antiminera- si lo que busca es propiedad. El enemigo es la izquierda caviar latinoamericana
-tonta útil de La Habana y de Caracas- que pretende capturar el Estado para echar
mano de los recursos naturales y perpetuarse en el poder, como lo hizo en Cuba
y en la desdichada Venezuela.
Las
guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado. Hay que saber con
exactitud quién es el enemigo. La izquierda radical puede ser un adversario muy
duro, pero el enemigo absoluto es la otra izquierda, una clase dependiente del
Estado desarraigada de la economía real y de toda propiedad.
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