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MEDIA COLUMNA
La bancada se saca
de encima al partido
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Luego de dos años y medio de guerra sin
cuartel, el enfrentamiento ha concluido por fin con la derrota aplastante del
Congreso por el poder Ejecutivo. Esta derrota, además, no es un hecho pasajero
del que uno se puede recuperar eventualmente. Es permanente hasta que las
nuevas reglas sean modificadas.
Debido a la no reelección parlamentaria
ordenada por el pueblo peruano en la consulta del referéndum, en adelante los
partidos presentarán a quienes integren sus listas parlamentarias, ya sea por
elección partidaria interna o por invitación, como manda la ley. Pero el cambio
que ha invertido el mundo es que, una vez elegidos los parlamentarios y ubicados
en su curul, en adelante y desde el primer día obedecerán las instrucciones del
partido solo si libremente lo desean.
La razón es muy sencilla. No existiendo
reelección posible, los partidos han perdido materialmente la facultad de ejercer
una autoridad vinculante sobre la bancada. Pueden llevar a sus miembros a una
curul, pero no podrán controlar sus votos. Ya no tienen a su alcance la
herramienta de la reelección como incentivo para la obediencia. Tampoco tienen cómo
excluir a los rebeldes, porque la bancada cerrará filas en su defensa sin
ninguna consecuencia. El partido solo puede ofrecer un puesto en la lista
parlamentaria de la elección subsiguiente, porque los congresistas están de
antemano y constitucionalmente excluidos de la elección siguiente.
Así, no bien concluye cada elección parlamentaria,
lo que los partidos podrán hacer es comenzar de nuevo la tarea de reclutar por
todo el país candidatos. Las tareas de legislar, fiscalizar y representar están
ahora fuera de su alcance. Pertenecen a la bancada, virtualmente autónoma y
ajena a la férula partidaria.
¿Es negativo todo esto? No necesariamente. La
libertad de conciencia gana una batalla y también el principio constitucional
de que los congresistas no están sujetos a mandato imperativo, que se respetará
en adelante.
Lo irónico es que por años se habló de
fortalecer a los partidos y, al cabo, estos se mutilaron por mano propia. Creyeron
poder burlar por la ventana de la bicameralidad la puerta cerrada de la reelección,
y no dieron batalla política en defensa de la reelección, lo que habría sido
legítimo aunque no fuera popular. Con ello renunciaron sin advertirlo a la autoridad
vertical del partido sobre la bancada. En adelante, tendrán que persuadir a los
congresistas.
Desde luego, los partidos tienen otros
recursos para hacerse obedecer. Pueden no llevar a los rebeldes a la elección
subsiguiente, aunque suena como una amenaza lejana. Pueden enviarlos a Etica o
a Acusaciones Constitucionales o a Fiscalización, motivos nunca faltan. Pero
esos recursos carecerán de legitimidad ante la opinión pública.
Así, pues, la no reelección tiene el efecto
no deseado ni previsto de permitir a la bancada sacarse al partido de encima. Extraño
desenlace de un conflicto de poderes que, para comenzar, nunca tuvo ninguna necesidad.
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