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MEDIA COLUMNA
Cómo, en simple,
es posible la igualdad
Jorge Morelli
La igualdad de oportunidades es el signo de esta era de
la humanidad.
Para que haya igualdad, sin embargo, tiene que haber
libertad económica primero. Y para que haya libertad tiene antes que haber gobernabilidad
política.
Es más, esa gobernabilidad política tiene que ser democrática.
Jamás habrá igualdad de oportunidades si no existe
primero una economía libre capaz de acumular un excedente importante que, una
vez recaudado sin anular la acumulación, sea destinado a ofrecer salud y
educación básicas.
La base de la pirámide, no obstante, es la
gobernabilidad.
Porque solo un marco institucional de reglas claras y
conocidas puede hacer posibles la seguridad jurídica y ciudadana. Y esto es lo
que permite que la economía sea libre, sin la interferencia arbitraria del
poder político de turno.
Estas son evidencias que no necesitan demostración. No
en balde son, al mismo tiempo, las tres etapas de la historia del Estado
moderno.
El Leviatán,
el Estado absolutista de Thomas Hobbes, funda la gobernabilidad en la única
forma en que podía ser entendida en su tiempo con el fin de poner fin a las
guerras europeas de religión. Su famosa sentencia “la autoridad, no la verdad,
hace la ley”, casi incomprensible para los hombres de hoy, significó un salto
inmenso hacia la modernidad, que hizo posible la libertad de conciencia.
Significa en realidad que cada uno puede pensar en conciencia lo que mejor
prefiera, pero de este lado de la realidad se cumple la ley.
La libertad fundamental de la sociedad civil y la
defensa del ciudadano ante el absolutismo del Leviatán de Hobbes es el segundo salto
cuántico en la historia del Estado y el segundo piso de la pirámide. Es la obra
de John Locke en el Segundo Tratado del
Gobierno Civil, de 1690, los hombros sobre los que se levanta la obra de
Adam Smith y la idea de la “mano invisible del mercado” -en la Teoría de los sentimientos morales de
1759- como el modo más eficiente de asignar los recursos de la economía. Pero
eso sólo es posible si existe el fundamento de la gobernabilidad. Smith ya vivía
en un mundo –la Inglaterra del siglo XVIII- en que se podía dar por sentado el
marco institucional para garantizar la seguridad jurídica y la propiedad. Smith
casi no lo menciona, lo da por sentado, porque no puede haber economía libre en
un mundo en que los cimientos políticos no existen.
Estos dos pisos de la pirámide son los que hicieron
posible el tercero, nacido de parto violento en las revoluciones europeas de
los siglos XVIII, XIX y XX, en nombre de la igualdad. El nombre de Karl Marx
hasta hoy conlleva ese significado. Entendida como igualdad de oportunidades para
todos, que es su único significado posible, hoy es el signo de esta era en
todas las sociedades sobre la faz de la Tierra.
El primer piso, el marco institucional, es la
gobernabilidad, la precondición para los otros dos. Pero en una mayoría de
economías emergentes de hoy alrededor del globo simplemente no existe. ¿Cómo entonces
puede haber libertad económica e igualdad de oportunidades? En una democracia
de baja gobernabilidad no es imposible rediseñar el marco institucional, pero
el peligro acecha. El Estado interfiere el mercado y traba la asignación de
recursos. En nombre de la igualdad, el poder político hallará moralmente
justificado distribuir excedentes que no existen creando impuestos
arbitrariamente, endeudándose imprudentemente o aumentando exponencialmente la
cantidad de dinero. Hará todo eso junto y no se detendrá hasta echar mano de
cualquier fuente -el narcotráfico o la minería ilegal están a la mano entre
nosotros- hasta que la farsa sea insostenible y sobrevenga el colapso final.
Esto ocurre hoy en Venezuela. Pero, salvando las distancias, nos sucedió antes
a nosotros.
Aun en el Perú de hoy, sin embargo, como en la mayoría
de las naciones emergentes, el sistema es invisibilizado en su conjunto. Solo
se percibe a sus partes por separado, sin relación entre sí. En nombre de la
igualdad queremos duplicar el presupuesto de salud y educación públicas, pero
no se repara en que no es posible sin una economía libre. Y menos aun se repara
en que la economía no puede crecer sin un marco institucional porque no hay seguridad
jurídica.
Hay que volver a los fundamentos: no hay igualdad sin
libertad y no hay libertad sin gobernabilidad. Es simple.
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