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MEDIA COLUMNA
En Venezuela terminan
60 años de historia
Jorge Morelli
El último capítulo comenzó cinco años atrás, en marzo
del 2014, con la llegada de Sebastián Piñera nuevamente a la presidencia de
Chile. Una golondrina no hace verano, sin embargo. Le siguió quince meses
después Mauricio Macri, en la presidencia de la Argentina desde diciembre del
2015. Un intervalo demasiado largo, sin embargo, para hablar de una tendencia.
El punto de inflexión ocurrió un año después con la
llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, en enero del 2017. Pronto siguieron
dos más. Lenín Moreno en Ecuador en mayo del 2017 pareció al principio un
herefero de Rafael Correa, en el poder desde enero del 2007. No lo era. Y luego
Mario Abdo en Paraguay, desde abril del 2018. La tendencia tomaba forma.
Pero faltaba la definición crítica del hermano de Venezuela.
En mayo del 2018 la llegada de Iván Duque a la presidencia de Colombia definió
la tendencia. Aún faltaba, pese a todo, Brasil, el partido de fondo por su peso
específico en la balanza de poder de Sudamérica. Cuando Jair Bolsonaro asumió
la presidencia en enero del 2019 terminó la espera. La piezas estaban todas en
su sitio. Era el momento.
Veinte años han pasado desde que Hugo Chávez llegó a la
presidencia de Venezuela en febrero de 1999. Quince desde que Lula da Silva tomó
el poder en Brasil en enero del 2003 para seguir luego de 2010 a través de su
protegida Dilma Rousseff hasta la caída del régimen en el centro del lodazal de
la corrupción sudamericana. Doce años, seis meses y quince días estuvieron los Kirchner
en el poder en la Argentina desde que Néstor llegara en el 2003 hasta el descalabro
final de Cristina Fernández, en el 2015.
Todos devorados por la corrupción de la izquierda del
Foro de Sao Paulo.
Solitario
queda Evo Morales en Bolivia en lo que por línea de carrera en la política
andina sabe hacer mejor que nadie: sobrevivir. Hoy es aliado de grandes capitales
europeos y chinos para la explotación en gran escala del litio boliviano que
alimentará baterías de autos eléctricos en el siglo XXI. Irónicamente, el más
humilde de todos ellos, los grandes izquierdistas latinoamericanos, les da una
lección política. Como Víctor Paz Estenssoro hace medio siglo. En el gobierno
de México desde diciembre del 2018, Andrés Manuel López Obrador haría bien en
aprender la lección del humilde político sudamericano.
Pero hoy
es el momento de la decisión política final: la caída del régimen de Chávez, de
Maduro, de Diosdado. Es el descabello. Venezuela ha esperado veinte años. Estamos
presenciando su desestabilización económica y su aislamiento político. Ya falta
poco.
Pero
es solo el capítulo final. La historia no comenzó hace veinte años en Venezuela,
sino sesenta años atrás en Cuba, con la captura del poder por Fidel Castro en
enero de 1959. Fue Castro quien diseñó y ejecutó la exportación del castrismo a
toda Sudamérica. Por eso Allende, por eso Velasco, por eso Chávez. Usar el
petróleo venezolano fue su objetivo desde siempre. Cuando hace veinte años
logró echarle mano, lo dilapidó comprando elecciones y gobiernos hasta desatar
una marea que se apoderó por años de Sudamérica e incubó desde Venezuela y
Brasil la mega corrupción que hemos conocido.
Fidel Castro
fue por 60 años el general más importante de la izquierda en esta parte del
mundo. Casi triunfó y en última instancia perdió.
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