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MEDIA COLUMNA
La Segunda República
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
La
izquierda radical quiere una nueva Constitución y para eso necesita convertir
el Congreso de año y medio en una asamblea constituyente. Lo que quiere es
abolir el capítulo económico de la Constitución, porque se basa en el principio
de que la iniciativa privada es libre.
Por años nos hemos negado a considerar siquiera la cuestión por temor a abrir una Caja de Pandora. Ahora no hay que tenerle miedo. La Constitución necesita cambios fundamentales, pero no en el capítulo económico sino en el político, para rediseñar el equilibrio de poderes. Este no existe en el Perú. Lo que pasa por tal es un mal arreglo donde el Congreso –el supuesto “primer poder del Estado”- prevalece siempre sobre el Ejecutivo.
Por años nos hemos negado a considerar siquiera la cuestión por temor a abrir una Caja de Pandora. Ahora no hay que tenerle miedo. La Constitución necesita cambios fundamentales, pero no en el capítulo económico sino en el político, para rediseñar el equilibrio de poderes. Este no existe en el Perú. Lo que pasa por tal es un mal arreglo donde el Congreso –el supuesto “primer poder del Estado”- prevalece siempre sobre el Ejecutivo.
Y
donde, además, el Tribunal Constitucional prevalece luego sobre los tres
poderes del Estado sin contrapeso ninguno. Este debería ser el Senado de un
Congreso bicameral.
En
tres años hemos tenido dos presidentes, cinco gabinetes y 80 ministros. Este
síntoma inconfundible de la democracia de baja gobernabilidad, su caída en el autoritarismo
y su recaída posterior en la democracia de baja gobernabilidad, es la
consecuencia directa de la falta de equilibrio de poderes. En la batalla política por el
Congreso
de los próximos 18 meses, el reto es rediseñar ese equilibrio, cuya falla es la
causa primera de la debilidad crónica de nuestra democracia.
En lo inmediato, es necesario evitar caer más profundo en la trampa del autoritarismo. El noble Bruto creyó ver en la defensa de la república de Roma una causa noble, y asesinó al César. Y el pueblo no lo perdonó. No hay nada noble en preservar un régimen fallido que el pueblo detesta con razón. No hay nada digno en la defensa de un arreglo político que el pueblo detesta por ser incapaz de resolver los problemas. Lo que hay que hacer es corregir la falla en su arquitectura: rediseñar el equilibrio de poderes de nuestra democracia de baja gobernabilidad.
Podemos llamarle la Segunda República peruana si se quiere. A Francia le tomó cinco alcanzar en 1958 el equlibrio de poderes que hizo posible la democracia que tiene hasta hoy.
En lo inmediato, es necesario evitar caer más profundo en la trampa del autoritarismo. El noble Bruto creyó ver en la defensa de la república de Roma una causa noble, y asesinó al César. Y el pueblo no lo perdonó. No hay nada noble en preservar un régimen fallido que el pueblo detesta con razón. No hay nada digno en la defensa de un arreglo político que el pueblo detesta por ser incapaz de resolver los problemas. Lo que hay que hacer es corregir la falla en su arquitectura: rediseñar el equilibrio de poderes de nuestra democracia de baja gobernabilidad.
Podemos llamarle la Segunda República peruana si se quiere. A Francia le tomó cinco alcanzar en 1958 el equlibrio de poderes que hizo posible la democracia que tiene hasta hoy.
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