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MEDIA COLUMNA
Partera de la
historia
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
La
decisión de Xi Jinping de poner a disposición de Brasil y del gobierno de Jair
Bolsonaro la suma de cien mil millones de dólares para invertirlos en
infraestructura coloca una divisoria definitiva entre la política exterior de
China y la del eje La Habana-Caracas-Buenos Aires-Foro de Sao Paulo y su alias
del Grupo de Puebla en el DF mexicano.
Pero no
es el monto lo que pesa más. Lo decisivo es el contraste entre, de un lado, el
modus operandi de China con la Ruta de la Seda y sus megacréditos a las
economías emergentes, socias suyas en la construcción de la infraestructura
para el siglo XXI y, de otro, la violencia brutal desatada por el Eje en Sudamérica
instrumentando el malestar del pueblo por la desaceleración del crecimiento y
la frustración de su legítima expectativa de progreso.
Esa violencia
es estéril, sin embargo, y no partera alguna de la historia. Lejos de derribar
a los gobiernos de Quito y Santiago, como era su propósito, terminó precipitando
la caída del gobierno en La Paz. Y es pírrica su victoria argentina, porque el caos actual de esa economía es
ingobernable.
El gesto
de Xi hacia Bolsonaro es un mensaje: China se distancia de la barbarie. Lo hace
saber a la región y al mundo con este anuncio que más que económico es una
decisión política para el futuro del mundo. Y lo hace en la patria de Bolsonaro
y en persona, de modo que no haya ambigüedad alguna ni la sombra de una duda.
Venezuela
le debe a China décadas de petróleo pagado por adelantado. Pero Xi ha comprendido
que el gobierno chavista no tiene ya salvación. Y que cualquiera que le suceda
tendrá que llegar a buenos términos con China (y Brasil) para la reconstrucción
del país. (Rusia también ha comprendido y ve por sus intereses en Bolivia reconociendo
al nuevo gobierno).
El complemento
de la decisión política de China es la decisión política también de EEUU –que
hay que saludar- de competir con la Ruta de de la Seda con su propia organización
para la construcción de la infraestructura global del siglo XXI: la Red de Puntos
Azules o Blue Dot Network.
Ahora se
entenderá por fin la verdadera dimensión del descalabro de la corrupción en Sudamérica.
La región
permaneció cerrada por décadas a la competencia extranjera en la construcción
de infraestructura. El mercantilismo fue la herramienta del gobierno brasileño
del Eje. La megacorrupción de los clubes de la construcción que ocurría a la vista
de todo el mundo tarde o temprano sería cuidadosamente investigada y su caída
meticulosamente tramada en la mesa de poker de los recursos globales. El
objetivo era legítimo: abrir el mercado sudamericano a la competencia global.
Ahora
veremos cada vez más empresas extranjeras compitiendo en las licitaciones de
obra pública en Sudamérica. De hecho, los Panamericanos de Lima con el Reino
Unido ha sido la primera experiencia exitosa.
Es hora
de entender el verdadero guión que hemos vivido. El destape de la corrupción sudamericana
no ha sido un melodrama regional, sino un capítulo de la historia mundial: la
apertura de un continente entero al mundo.
Si hay un
simil, es el de Japón. Cerrado al mundo durante tres siglos de shogunato, fue virtualmente
obligado a entrar al mercado mundial a mediados del siglo XIX. Pero lo importante
fue la respuesta japonesa. Se llamó la reforma Mei Ji, uno de los ejemplos más
extraordinarios de cómo regular un proceso de cambio, una reforma simultánea de
la tecnología, la economía, la política, la educación y hasta la religión –para
adoptar el sintoísmo-, que comenzó con la enseñanza obligatoria de inglés en
todas las escuelas públicas de Japón hace siglo y medio. El caso de China,
igualmente, muestra cuál es la verdadera partera de la historia.
A 200
años de la creación de la República del Perú y casi 500 de la llegada de la
primera globalización a estas costas con todos sus claroscuros, es hora de
entender que lo que importa es nuestra respuesta y lo que hacemos con ella. Si
lo que hoy viene de fuera es la competencia entre la Ruta de la Seda y la Red
de Puntos Azules, la respuesta es un cambio institucional, constitucional, para
que una nueva gobernabilidad nos permita participar en ella.
La exportación
de la violencia “revolucionaria” –la partera de la historia, según el Eje- se
halla, en cambio, en sus últimos estertores ante nuestros ojos. No hay nada que
lamentar.
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