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MEDIA COLUMNA
Domar la curva
del coronavirus
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
“Delay” es el nombre oficial
que da el National Health Service (NHS) del Reino Unido a su política de Estado
ante el coronavirus. Mientras no haya cura o vacuna, no se
puede impedir que el virus siga su curso hasta completar su ciclo, pero se lo
puede domar. “Delay” significa demorar el contagio. No se puede evitar que el
ciclo del virus describa su curva natural, pero sí retrasar su evolución y
manejarlo hasta lograr que en ningún momento el contagio alcance a hacer un
pico de crecimiento exponencial. Se trata de achatar la curva (flatten the
curve) del proceso para manejarla en lo posible dentro del rango de lo que la
atención médica existente, por poca
que sea, puede manejar.
Es en el pico exponencial donde el
desastre se vuelve inmanejable. Allí es donde los hospitales son desbordados por
los casos en crisis aguda necesitados de ayuda inmediata con oxígeno o equipo
de respiración. Pero las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) no alcanzan y los
médicos se ven entonces, como en un hospital de campaña, en la situación atroz de
tener que decidir quién vive y quién no. Es lo que, desgraciadamente, ocurre en
Italia.
Naturalmente, el modo de evitar el
pico es desacelerar el contagio, demorarlo, estirarlo. Y el modo de hacerlo es
que la gente no se junte, que permanezca en casa, que salga solo si es
indispensable, que no se toque físicamente entre sí. Es difícil pedirle eso a
los italianos. Las políticas de Estado con que los países atacados han
respondido a esto tienen que mirar de cerca el caso de China y el de Italia.
En Wu Han provincia de Hubei, China,
donde el virus comenzó, el número de casos nuevos ya llamaba la atención el 10
de enero. Once días después, el 21 de enero, se comenzaba a llevar una
estadística oficial de casos nuevos. Hoy sabemos recién que para entonces esta
ya llevaba un desfase de 1 a 10 respecto de los nuevos casos realmente
existentes. La estadística decía 250 y eran ya 2,500 diarios.
Tres días después, el 24 de enero,
cuando la estadística aun no se acercaba a la realidad, prácticamente a ciegas,
las autoridades chinas tomaron la decisión política del llamado “lockdown”, el bloqueo
de toda entrada y salida de la ciudad de Wuhan. En las siguientes 48 horas el
número de casos reales comenzó a disminuir. El 2 de febrero la estadística
logró alcanzar al número de casos nuevos cuando estos se hallaban ya en franco
descenso gracias a la decisión tomada nueve días antes. El 11 de febrero el
número real de casos nuevos en Wuhan había vuelto a ser el del 10 de enero. Lección:
no se puede esperar hasta saber. Hay que actuar antes.
La decisión política del Estado
chino logró demorar el contagio, achatar la curva y evitar el pico exponencial
en todo el país. En el caso de China, la cuarentena de toda una ciudad y de la
provincia de Hubei es lo que hizo la diferencia. El Estado italiano lo intentó,
pero no lo hizo a tiempo o no estaba en condiciones de imponerlo. Da lo mismo.
Demoró en responder y el pico exponencial se disparó.
Pero no significa que cerrar
ciudades o provincias enteras a piedra y lodo es necesariamente lo que hay que
hacer. Los seres humanos son inteligentes y pueden aprender cómo funciona el contagio
bajo las reglas del cálculo de probabilidades. Así, lo que no sabe o no puede
hacer un Estado, pueden hacerlo las familias por sí mismas si eluden el pico y
achatan la curva para, literalmente, domar al animal salvaje.
Ayer, en las calles de ciudades
italianas donde miles de familias se hallan hoy recluidas en cuarentena, salían
a sus balcones y ventanas a cantar todos una misma canción para llevarse
consuelo unos a otros y, ya que no físicamente, darse un abrazo espiritual de
compañía. Han aprendido duramente. Son italianos. Qué le vamos a hacer.
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