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MEDIA COLUMNA
Versalles en Paracas
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
En el balnerario de Paracas las casas de
playa con piscina se encuentran al lado de un pueblo que tiene una hora de agua
al día. El agua potable la comparte solidariamente con Paracas el vecino pueblo
de Pisco, que dispone de tres horas de agua al día.
Las falsedades sobre la Reserva con que se ha
engañado a personas de buena fe se dirigen contra la empresa que ha modernizado
el puerto, que da empleo, que no ha utilizado una gota de agua potable del
pueblo, que ha invertido más bien en una cisterna para aumentarle las horas de
agua diarias al pueblo de Santa Cruz y ha donado una planta de oxígeno y una
ambulancia full equipo para atender a los pacientes de la pandemia. Una carta publicada
con nombres y firmas, dirigida a la opinión públicada por más de 600 personas
que viven y trabajan en Paracas, es el testimonio de que esto es verdad.
¿Qué legitimidad tienen, en cambio, quienes
alegan falsos peligros para la fauna de la Reserva pero no muestran ningún interés por los pescadores, agricultores y artesanos de los pueblos que rodean al
balneario? ¿Qué autoridad muestran quienes acaparan el agua escasa de pozos y
acumulan en silos bajo sus casas de playa residuos sólidos que, a 20 metros del
mar, se filtran a la bahía de Paracas?
La atmósfera versallesca que rodea esta
situación es verdaderamente grotesca.
La pregunta de sentido común para todos los
que toman por primera vez conocimiento de este tema es la siguiente: ¿por qué
debe tener el puerto de Paracas facilidades para exportar minerales?
La respuesta en lo inmediato es que así lo
pidió el Estado en el contrato de concesión firmado en 2014 pensando en el
desarrollo no solo agroindustrial sino minero del Centro del Perú. Previos
estudios, claro está, para descartar todo peligro de contaminación. Esto es lo
que se ha hecho en estos años. El puerto no embarcará ningún mineral tóxico.
Pero más fundamentalmente la respuesta es que,
mientras mayor el movimiento del puerto, mayores serán también los recursos
para gestionar ante el Estado agua para todos en Paracas; mayores las
oportunidades para sus habitantes en empleo e ingresos del turismo marítimo que
el puerto permite; mayores los recursos igualmente para regular mucho mejor la
protección permanente de la Reserva de Paracas, y para la promoción de la
memoria de su pasado milenario con un museo que potencie el que actualmente
lleva el ilustre nombre de Julio C. Tello.
Ha llegado la hora de dejar atrás el miedo al
cambio tras esta pequeña pesadilla versallesca y pensar en grande.
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