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MEDIA COLUMNA
"¡Déjame trabajar, deja
de estorbar y de robarme!”
Jorge Morelli
jorgemorelli.blogspot.co
@jorgemorelli1
Es acuciante la pregunta sobre qué es exactamente lo que estamos
viviendo.
Tácita y casi unánimemente, damos por hecho que se trata de una especie
de mala copia de la revolución bolchevique de hace un siglo en Rusia –Sagasti es
el Kerensky-. Y vemos al Congreso vacar la Presidencia como cortaba cabezas la Revolución
Francesa.
Sin duda es peligroso disfrazar las marchas de revolución bolchevique de carnaval. Crear esa confusión es un acto deliberado
para tomar el poder en medio del caos. La treta del cambio constitucional es el
vehículo. Aprovecha la demanda encubierta de autoritarismo ante el estrepitoso
fracaso, una vez más, de nuestra democracia de baja gobernabilidad. Ese es
precisamente el plan del enemigo. Ese es el trabajo de los azuzadores pagados e
infiltrados para crear el falso escenario de una situación de derechos humanos.
Es una copia con sordina de las tácticas del Pensamiento Gonzalo en 1983 en
Uchuraccay, ante la entrada del Ejército a Ayacucho.
Pienso que el tipo-ideal -como diría Max Weber- de la revolución bolchevique no es el que caracteriza correctamente lo que pasa en Sudamérica. Las marchas no son un remedo del Octubre Rojo.
Los peruanos aun no hallan las palabras para expresarlo, pero su reclamo
se dirige contra el Estado para gritarle “¡déjame trabajar, deja de estorbar y
de robarme!”. Por eso le grita a la clase política: “no me representas”. No
pones orden, ¿quién manda acá?, es lo que quiere decir. Ese no es un grito
contra un poder absoluto. Al contrario, es un grito contra una clase política débil, incapaz de
gobernar.
Este es el proceso de un parto. Aquí está naciendo algo nuevo. ¿Pero
qué?
Pienso que, a pesar de los disfuerzos anarquistas, este es el
comienzo de una auténtica revolución burguesa.
Y en esto se parece a la Primavera Arabe.
Confundirse al respecto es fácil, y no es una novedad. Apenas meses después del 14 de
julio de 1789, un joven parisino escribió al filósofo inglés Edmund Burke
preguntándole por lo que suponía eran grandes similitudes entre la Revolución Francesa
y la Revolución Gloriosa, la inglesa de 1688, un siglo antes, que sentó las bases
de la monarquía parlamentaria en Inglaterra y con ella los cimientos de una
burguesía que produciría la Revolución
Industrial. Burke contestó en su Carta a
un Joven de París de noviembre de 1790, hace 230 años -antes de que
existiera una república en el Perú- que la diferencia se hallaba en la esencia
misma. Mientras Francia en su Revolución había destruido las instituciones
políticas para comenzar desde cero, en Inglaterra la Revolución Gloriosa había
construido una institución política nueva y evitado la trampa de comenzar de
nuevo. Para ilustrar el punto con humor, añadió que se debe desconfiar de los
franceses porque, lejos de cultivar un jardín según su disposición natural, allanan
la tierra y, como en Versalles, hacen geometrías sobre ella.
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