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MEDIA COLUMNA
No pasarán
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
La destrucción de una ambulancia en la carretera, que bien podría salvar hoy
mismo la vida a sus propios destructores o a sus familiares, es un acto que
rompe con toda forma posible de comunicación.
La ruptura es para con cualquier orden de prioridades en materia de valores
humanos. No deja espacio ya para valores compartidos.
Ni siquiera para los derechos humanos. Este acto emblemático de barbarie
significa desprecio por la vida humana como tal. Transmite que, para sus
protagonistas, existen prioridades sobre y por encima de la vida humana misma,
la ajena y la propia.
Cuando esas prioridades son unas en cuyo altar se justifica el sacrificio
de la vida humana, estamos ante algo propio solo del fanatismo fundamentalista,
que siempre conlleva un propósito político aun cuando se reviste de un discurso
teológico.
Mientras esto tenía lugar ayer en la carretera, en la ciudad otra forma de
quiebre comunicacional tenía lugar en el Congreso. Mientras empresarios
agrícolas exponían sus argumentos en el hemiciclo, congresistas de izquierda
radical sepultaban en el descrédito todos y cada uno de ellos acusándolos de
mentir e los hechos.
La discusión sobre hechos -ni siquiera sobre personas, mucho menos sobre
ideas- es el signo inconfundible de la forma más primitiva de debate. Y en ese lugar,
la discusión de hechos, es donde ha recaído el debate sobre el futuro del Perú
y su economia en el siglo XXI.
Y el hecho es que quienes ayer destruyeron esa ambulancia están activamente
interesados en impedir que los hechos sean conocidos. Lo que buscan es sembrar
creencias falsas, reforzar prejuicios y mantener las mentes en cautiverio.
Claramente, el objetivo es impedir toda forma de diálogo. El objetivo es
romper el diálogo y toda comunicación, provocar deliberadamente y forzar a los
policías a la violencia en legìtima defensa para generar así un falso escenario
de violación de derechos humanos que denunciar ante organismos
internacionales.
Es una farsa montada por quienes sacrifican los derechos humanos en aras
de sus fines políticos.
El sacrificio de esos policías desarmados, sin embargo, no está cayendo en saco
roto. Las imágenes en las redes están circulando por too el país e inclinando gradualmente
a la opinion pública de todo el Perú del lado de su defensa.
Es la izquierda violentista la que está cavando su propia fosa electoral.
Intuyendo ahora que no puede ganar, intentará desesperadamente impedir las
elecciones.
No pasará.
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