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MEDIA
COLUMNA
Hasta ahí nada más
llegó la globalización
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Somos una nación en la frontera de un imperio que ha perdido la fe
en sí mismo. Hace ya 50 años que Estados Unidos perdió la guerra de Viet Nam. El
pueblo americano no entendió por qué debía enviar a sus hijos a morir al otro
lado del Océano por una causa ya sin legitimidad. Injustamente, mientras los
soldados que retornaron de las dos guerras mundiales fueron recibidos como
héroes, a los que volvieron de Viet Nam les escupieron en la cara.
El pueblo norteamericano asume hoy que es ilegítimo apuntalar
intereses económicos con fuerzas militares. Y tampoco tiene claro ya si debe hacerlo
por la democracia en el mundo.
Estados Unidos lanzó la tercera globalización hace 30 años. El “deal” era que trasladaría su industria y su empleo a países emergentes e importaría de ellos los productos terminados. La apuesta era que lograría mantener, a cambio, el liderazgo tecnológico global en lo financiero y en lo militar.
Si bien las economías emergentes estaban listas para la división del trabajo que se les proponía -exportar a EEUU toda clase de bienes y servicios, el pueblo norteamericano no pudo o no estuvo dispuesto a renunciar a esos empleos para especializarse migrando hacia los servicios en la tecnología y las finanzas, que solo dieron empleo e ingresos a los menos. Qqqqqq+@@@@@+
Hasta ahí llegó la tercera globalización. Y los países emergentes nos hemos quedado con dos tercios de la población del lado informal del muro. Lo vemos hoy en todo el planeta. También cumplieron su ciclo las dos globalizaciones anteriores de la Era Moderna: la del Imperio Británico en el siglo XIX -que duró cien años entre Waterloo y la Primera Guerra Mundial-; y la del Imperio Español en el siglo XVI, el “defensor fidei”, el brazo de la Iglesia Católica, del que fue parte el Virreinato del Perú, cuyo oro pagó por las guerras de Carlos V contra los protestantes alemanes, los turcos musulmanes y su imposible aliado cristiano, el rey de Francia.
Fracasada la tercera globalización, Estados Unidos dejaría ya de
invertir en Asia, por su creciente rivalidad con China. Y al parecer anunciaría
que vuelve a Sudamérica con un plan llamado “Near Neighbor”, vecino cercano, que
trasladaría a este continente la producción industrial que ya no tendría
garantías en Asia. Colombia –con salida al Pacífico y al Atlántico y al lado
del Canal de Panamá- ya estaría conversando sobre una inversión de 40 mil millones
de dólares.
Es que, en efecto, el imperio en expansión, el de la cuarta
globalización quizá, es China. Se halla en nuetras costas desde hace décadas
con inversiones masivas en recursos naturales: pesca, minas y energía. Y, ciertamente,
ha llenado un vacío.
Nosotros somos pueblos de frontera de esos imperios globales, siempre lo hemos sido. Estamos
habituados a vivir de ambos lados de la muralla entre la ciudadanía y el
anonimato, entre la formalidad y la informalidad. No es una muralla física,
sino una que permite un acceso relativamente fluido de ambos lados, pero nunca en
condiciones de igualdad. No estaremos en condiciones, sin embargo, de negociar
nuestros recursos de manera soberana e independiente con ambos contendores mientras
no pongamos fin a esa exclusión.
Lo que esta semana decidiremos es si estamos listos para hacerlo.
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