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MEDIA
COLUMNA
Prisionero
del dilema
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
El conflicto en el seno del gobierno es por la asamblea constitucional. Pero los cambios constitucionales los hace el Congreso. Hacerlos por una constituyente, como quiere el partido de gobierno, está fuera del Estado de Derecho y la democracia.
Este el dilema que paraliza al presidente Castillo desde
el primer día, también en Washington y Nueva York, y lo será hasta el último si
no deja de lado ese falso problema. El Ministro de Economía ha dicho que la
constituyente no es parte del plan del gobierno. Es verdad. No fue mencionada
en el discurso del Premier al Congreso cuando la confianza. El partido ha
respondido que “es una promesa de campaña”. ¿Cuál de estas realidades pesa más?
El presidente se ha abstenido sistemáticamente de mencionar expresamente la
constituyente en sus discursos, pero tampoco la descarta explícitamente. Ese es
el precio del equilibrio imposible entre el gabinete y el partido.
Castillo sigue prisionero del dilema. Y tendrá que tomar una decisión política. Una decisión politica no se elude ni se aplaza sino en perjuicio propio.
El presidente no ignora que el conflicto puertas adentro sobre la
constituyente ya es público y mina la legitimidad de su gobierno.
Lo condena a la fragilidad permanente. Sobrevivir sin decidir en medio
de ese clima hostil solo es posible con el control de la prensa, de la administración
de justicia y de la fuerza armada. Y eso no está a su alcance.
Mientras tanto el partido recoge firmas para forzar la constituyente en la creencia de que con subsidios masivos del gobierno podrá voltear al interior del país en su favor. El Premier emplaza al MEF a entregar partidas a los gobiernos regionales y locales. Y la corrupción tredicional del subsidio a los medios de comunicación con avisaje del Estado no ha cesado, solo ha cambiado de dirección. Ya no irá a la prensa y la señal abierta de TV o de cable en Lima. Ahora irá a las radios y redes de provincias. El partido cree que esto hará inevitable la constituyente.
Para conseguirla, la narrativa en esos medios es la
acusación de centralismo contra la capital, un diagnóstico que solo produce
remedios errados. La prueba es la corrupción masiva que atacó a los propios gobiernos
regionales de izquierda. Hasta hoy la administración de justicia fracasa en separar
la paja del trigo.
El hecho es que la regionalización ha sido un fracaso monumental,
y la descentralización necesita ser rediseñada. Es una tarea que el gobierno
debería emprender si de verdad quiere cambios de fondo. Utilizar el prejuicio del centralismo para imponer la constituyente, en cambio, no es sólo un lugar común sino un error político. El pueblo no es tonto. Los medios reflejan la opinión, no la generan
sino en poca medida. El objetivo político fracasará, pero dará paso a la
corrupción en las regiones nuevamente. Es difícil que no lo sepa el partido de
gobierno.
Todo
lo que el partido propuso en la campaña se puede hacer sin una constituyente.
Esta es innecesaria. Sacrificar el gobierno para conseguir la constituyente es un despropósito. El dilema que aprisiona al
presidente, por lo tanto, es un fantasma puramente mental, no existe en la realidad. Como
diría Mao, es un tigre de papel.
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