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MEDIA
COLUMNA
Gas
para dummies
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
La masificación del gas es contraria al interés de los consumidores, a la política energética correcta, a la política exterior del Perú y a las prioridades ambientales globales.
Es,
primero, un craso error geopolítico que hará depender la energía del Sur del
Perú de la decisión política boliviana mucho más allá de lo que dure este
gobierno.
Igualmente, es un grave error estratégico de política energética, que compromete la matriz energética del Perú de manera permanente.
Un reciente informe del ex ministro Jorge Baca Campodónico sobre la masificación del gas señala que desde la decisión del Estado, años atrás, de pasar la matriz energética del Perú del petróleo al gas natural, la moratoria de diez años en la construcción de hidroeléctricas se hizo para permitir la colocación del gas de Camisea en la generación de electricidad.
Con
ello, el Estado distorsionó el mercado de la energía. En 2001, más del
80% de la energía eléctrica era producida por hidroeléctricas. Quince años después,
en 2016, la participación de las hidroeléctricas en la producción de
electricidad se había reducido a menos de 50%.
Por
si fuera poco, de una de las tarifas de electricidad más bajas de la región en
los 90, hemos pasado a una de las más caras.
Pese
a que el final de la moratoria en 2017 permitió recuperar en algo la
participación de las hidroeléctricas en la producción de electricidad, la masificación
del gas impedirá que la energía hidroeléctrica limpia recupere el lugar
que debe ocupar en la producción de electricidad.
Baca
señala además que, “contrario a lo que se nos ha hecho creer, el gas natural no
es una fuente renovable de energía limpia sino, por el contrario, de emisión de
gases de efecto invernadero (GEI). Incumpliremos, así, el compromiso de reducir
los GEI en 30% para el 2030”, adelanta.
Los acuerdos firmados con Bolivia
la semana pasada incluyen la interconexión de gasoductos -el peruano y el
boliviano- y la construcción de redes de distribución de gas en el Sur peruano.
El gasoducto
boliviano es para hacer posible la exportación del gas boliviano a través de
Ilo a los países del lado del Pacífico. Dado el retraso indeterminado y el
enorme costo del frustrado Gasoducto del Sur peruano -que ni siquiera es
licitado nuevamente aun-, la dependencia del gas boliviano se convertirá en una
situación permanente para el Sur del Perú.
El
consorcio Camisea ha declarado que apoya sin
reparos la masificación del gas natural. Camisea produce 1,600 millones de pies
cúbicos diarios, de los cuales 600 se dirigen al consumo interno, una
cantidad similar se exporta, y el 25% se reinyecta en el suelo. Al consorcio le conviene la masificación sencillamente porque solo así venderá más gas.
Pero la masificación es una inversión masiva que el Consorcio
ha adelantado que no hará. Eso es responsabilidad del Estado, afirma. Esa será la
negociación principal ahora y no solo un nuevo reparto de los beneficios entre
el Estado y la empresa. Obviamente llegarán a un acuerdo. “El Estado es nuestro socio”, dice ahora Camisea, porque con la masificación el consorcio podrá colocar en el mercado masificado -creado por su “socio”- el 25% del gas que hoy reinyecta en
el suelo porque no hay quién lo compre.
Qué
se debería hacer con el gas de Camisea, pregunta Baca. La tendencia mundial es
a derivar el gas natural a la producción de fertilizantes, dice. La lucha
contra el cambio climático va a traer consigo el abandono del gas para generar
electricidad. El gobierno va contra la tendencia mundial, añade. El G20 acaba
de aprobar la nueva meta de reducir el calentamiento global a 1.5 grados
centígrados sobre la temperatura anterior a la era industrial. La masificación
del gas va contra ese objetivo.
En
lugar de masificar el gas natural -dice Baca- deberíamos masificar la
electrificación del país, pero con una matriz energética limpia y renovable. La
propia Bolivia ha tomado ya esa misma decisión y anunciado un plan de
electrificación masiva con energía solar para sustituir al gas natural que
hoy genera el 70% de la electricidad de Bolivia. Así podrá volver a proveer gas a
Brasil y a Argentina y exportárselo al Perú, que ha decidido masificar su uso.
Los “socios” -el público y el privado- están de acuerdo en todo esto a espaldas del mejor interés de los consumidores, de la política exterior del Perú, de la política energética de un país que tiene un porcentaje importante del agua del planeta, y de las prioridades ambientales globales
Y esto para depender de una fuente de energía que no es limpia y que irá desapareciendo de la economía global. Esta es la definición misma del mercantilismo, que consiste en poner al Estado al servicio de intereses económicos privados y fines políticos miopes.
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