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MEDIA COLUMNA
¿Alguien manda
en este partido?
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El Apra recibe a Roque con
sentimientos encontrados. Todos piensan allí que no ha renunciado
definitivamente a la candidatura de la Estrella, porque, si no, para qué
inscribirse ahora y no esperar más bien a hacerlo después de las elecciones
para levantar la moral. Pero se van a llevar una sorpresa. Puede ser
congresista, y en buena hora, para lo cual necesita la inscripción. Los
sentimientos encontrados se deben a que hay quien piensa que financiará la
campaña del partido no importa quién sea el candidato –que son los más-, y los
que quisieran que lo fuera él mismo -que son los menos-. Porque, claro, es la
derecha. Y el dilema existencial que Haya barajó por la vía de la doble
negación –“ni Washington ni Moscú”- y que Alan sabiamente dejó de lado, necesitaría
una nueva lectura unánime de sus herederos. Hoy, sin embargo, en el viejo partido
los herederos pugnan por el legado. O sea, en esa nave nadie manda.
Algo parecido ocurre en Acción
Popular, el navío ya carenado de Fernando Belaunde. Los partidos sobreviven con
dificultad a la muerte de sus líderes, como las estrellas al hidrógeno combustible,
para estallar luego vistosamente en fragmentos. Las fuerzas que tiran de Acción
Popular hacia ambos lados son las mismas que amenazan al Apra: izquierda y
derecha. Esa pugna también la zanjó el propio Belaunde, como Haya, y muy tempranamente
con su notable lema: ni a la izquierda, ni a la derecha. “Adelante”. Hoy, sin
embargo, como diría Belaunde, que amaba las metáforas taurinas, ni el lema está
a salvo de los espontáneos. Irrumpió en el ruedo un émulo de Paniagua a quien
la ocasión le pareció inmejorable para dar un salto al vacío. Acabó corneado en
la enfermería.
Solo el tiempo dirá si los
viejos partidos tradicionales podrán soportar la presión simultánea de esas dos
gravedades sin desgajarse de cuajo. Y veremos también si los nuevos partidos
tradicionales sobrevivirán a las suyas propias. No entraré en esto ahora.
La conclusión es que, si el
elector desea saber si alguien manda en un partido –cosa que es un elemento de
juicio para decidir el voto- solo tiene que observar cómo votaron las bancadas
en la segunda vergonzosa intentona de vacar la Presidencia en este quinquenio. Si
el voto fue unánime es porque, malo o bueno, esa nave tiene un capitán. Si se
dividió es porque allí nadie manda.
Algunos partidos lograron
sobreponer la unidad a las discrepancias internas. Esa es toda la diferencia. Las
estrellas jóvenes pueden resistir las fuerzas de la gravedad antes de caer en
la entropía vencidas por la segunda ley de la Termodinámica. Es una cuestión de
física, no de fe. Tal como las estrellas no son dioses, sino materia, los
partidos políticos no son sino medios. No son y nunca fueron fines en sí mismos,
como en otro tiempo creimos.
Seguimos despertando del sueño metafísico.
El mundo no es perfecto, es real.
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