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MEDIA
COLUMNA
Escupiendo
la sopa
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
No
creo que alguien desconozca que el contrato de gas de Camisea debe ser
renegociado y, es más, que esto debió hacerse hace años.
La
amenaza del premier de nacionalizar el gas de Camisea, de otra parte, es un
acto de prepotencia y una amenaza tonta, sin contenido. Blufear en el
poker es posible cuando las cartas solo uno las ve. Pero en la mano del premier
las cartas están abiertas. Y no contienen nada. A nadie engaña. El engañado es
él.
El
anuncio de la nacionalización del gas es, pues, un vulgar remedo del velascato,
un acto destinado a imitar las apariencias. Un acto brutal como ese no se anuncia. Se
presenta como un hecho consumado. Velasco tomó posesión física de las
instalaciones de la IPC el 9 de octubre de 1968. Pero el premier, claro, no
está en posición de ordenar a la fuerza armada tomar las instalaciones de
Camisea. Si lo estuviera, para qué pediria renegociar.
La
falla en el modelo económico que tanta acrimonia ha traido al país es una sola.
La defectuosa regulación de la libre competencia en el mercado por los
organismos reguladores previstos en la Constitución para garantizarla. La falla
ha reproducido el viejo mercantilismo que es una burla y un escarnio de la
buena fe del pueblo peruano.
Y
el primer responsable de esto en el caso de la energía es el oligopolio de la
mega empresa estatal y sus socios privados que fijan los precios hasta hoy ignorando
al regulador. Y en el caso de Camisea es lo mismo. La renegociación es
indispensable porque hay dos despropósitos que no pueden continuar. Primero, la
exportación de gas natural a un precio inferior al del mercado interno. Segundo,
la venta al mercado interno de GLP -cuyo 20% es importado- al precio que
tendría si el 100% fuera importado.
Pero
la renegociación del contrato de Camisea requiere el libre acuerdo de las
partes. La opinión pública la respaldará cuando sepa lo que por años se ha postergado
sin razón valedera. Pero sin negociación libre la modificación unilateral del
contrato por el Estado es un acto inconstitucional que colocaría al gobierno
fuera del Estado de derecho y la democracia. No solo provocaría otra fuga masiva
de la inversión sino demandas multimillonarias ante cortes extranjeras. El
presidente, es de suponer, no va a sacrificar su gobierno ante semejante ídolo
de barro.
De
manera que la amenaza del premier no es solo prepotente, sino superflua e irrelevante
y todos lo saben, incluso el premier. Su acto, en realidad, es una cortina de
humo, una distracción para encubrir su monumental fracaso en resolver en su
propia tierra, Chumbivilcas, el bloqueo de Las Bambas que lleva ya 18 días y
cuya producción se paraliza hoy, como anuncia un comunlcado de la empresa. Es una
una cortina de humo impagable e imperdonable, sin embargo, porque el gobierno,
del que el premier es parte, se ha esforzado en Nueva York en hacer los ruidos
corretos para atraer a las asustadizas aves del capítal y todo resulta ahora en
un fiasco porque el premier, que no fue invitado al viaje, decidió escupirle la
sopa a su propio gobierno.
La
renegociación será sí o sí. No porque el gobierno lo quiera, sino por una
cuestión de libre competencia y equidad en el mercado. Eso es más importante
que el premierato.
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