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MEDIA COLUMNA
La democracia “real” de Wang Ji
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Según Bloomberg, el ministro de Relaciones
Exteriores de China, Wang Ji, ha declarado que Pekín trabaja para promover la democracia “real”.
China está dispuesta a promover en la comunidad mundial esta democracia basada “en
las condiciones de cada una de las naciones”, dijo Wang Ji en comunicado oficial.
En alusión a la política exterior de Estados Unidos, que otorga prioridad absoluta a la instauración de la democracia en todos los
continentes, sostuvo que “monopolizar” la definición de democracia para influir
en otras naciones es una política “condenada al fracaso”.
En realidad, el propio
Departamento de Estado no aplica exactamente los mismos parámetros en todas
partes. Exige por ejemplo a América Latina aproximadamente los mismos
estándares que a Europa del Este, mientras en el Sudeste asiático o el Medio
Oriente modera considerablemente esas exigencias por otras razones.
¿Qué significa, entonces, esta democracia “real” que
propone el ministro de Relaciones Exteriores de China? Wang solo dijo que China
debería “continuar haciendo contribuciones importantes a la gobernanza global”
y que “la seguridad global no debe lograrse fortaleciendo a los militares”. Agregó
que es necesario “salvaguardar el orden global con la ONU en su centro y con
base en las leyes internacionales”. El lenguaje es oscuro, pero podemos
especular que se refiere a alguna forma de tolerancia de los sistemas de
gobierno “realmente” existentes.
Giovanni Sartori elaboró un fascinante espectro de
sistemas de partido que puede orientar la especulación. Existen seis tipos de
sistema: los de partido único, como lo fue la Unión Soviética y lo es hoy
China también; los de partido hegemónico, donde hay elecciones y gana
siempre el mismo partido con trampa. Estos sistemas no caen dentro de la
democracia. Tres sistemas califican: los de partido dominante, donde gana
un mismo partido sin trampa, como Japón de la pos guerra por muchos años; el bipartidismo
del Reino Unido y varias de sus ex colonias, y desde luego EEUU; y también
el pluralismo moderado (no más de seis partidos) de Europa Occidental y
parte de Europa Oriental.
Finalmente, está el pluralismo polarizado que,
en el caso extremo, es también atomizado, como en la mayor parte de América
Latina y el Perú. Esto plantea un problema a la definición de democracia.
Como se ve, el espectro de Sartori incluye desde el autoritarismo hasta la demagogia populista del pluralismo atomizado. Reconocidos como democráticos son solo los tres mencionados partido dominante, bipartidismo y pluralismo moderado.
¿Son democracias cabales, en cambio, aquellas donde las elecciones son groseramente manipuladas en
las urnas o mediáticamente dominadas por la corrupción mercantilista,
sometidas caso por caso a la vigilancia de organismos internacionales politizados?
China, por su lado, se define a sí misma como una democracia “real” a pesar de no tener elecciones universales y secretas, porque entiende su la democracia como una meritocracia vigilada por el partido único. Con esto estima eludir la trampa del ciclo del autoritarismo en que ha recaido Rusia luego de su paso por la demagogia y el caos del pluralismo polarizado.
También EEUU practica sus propias formas de tolerancia, sin embargo. cuando el autoritarismo es el de un miembro estratégico
de la OTAN, como Turquía, o el de Arabia Saudita y los emires del Golfo
a causa del peso aún dominante del crudo en la economía global.
Pero en el extremo del pluralismo polarizado y atomizado
nos hallamos de lleno nosotros en casi toda America Latina. Hemos recaido en él solo para volver al autoritarismo y luego de uuevo a la demagogia. Y, sin embargo, allí estuvieron
también la Alemania de la República de Weimar, que incubó el totalitarismo nazi;
la Republica Italiana antes del fascismo; la Segunda República española antes
de la Guerra Civil; incluso Francia hasta la Quinta Republica en 1958.
Más allá de las recaídas en el autoritarismo y la
demagogia se halla entonces el salto cualiativo a la democracia cabal del pluralismo
moderado que la mayoría de las naciones de Europa occidental han hecho con
mayor o menor éxito. La transición requiere sin embargo, no solo de elecciones limpias, sino
de equilibio de poderes, la pieza que hace posible la gobernabilidad. Esto es lo que falla entre nosotros.
Lo que se puede decir de la democracia “real” de
Wang Ji es que es una variante de la “realpolitik” que han practicado siempre las
grandes potencias. Algo que, sin embargo, puede ser más tolerante que exigir un estándar que nadie cumple cabalmente.
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