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MEDIA
COLUMNA
La
guerra por
Sudamérica
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
La elección del Perú hoy es mucho más de lo que
parece.
Es la batalla crucial por los recursos naturales del Sur del Perú, Bolivia y Chile –cobre, litio, tierras raras- para el resto del siglo XXI. Es indispensable para las potencias controlarlos para disputar el liderazgo tecnológico en todos los campos de la economía global.
Los competidores en esta guerra son cuatro: China y Estados
Unidos en un plano, y Rusia y Europa en otro. China y Rusia compiten entre sí,
pero son socios frente a sus rivales occidentales. Y lo mismo ocurre en la otra
orilla. Son relaciones ambivalentes.
En pequeña escala es lo que sucede también entre Pedro
Castillo y Vladimir Cerrón. Se entienden a un nivel cada vez más incómodo y se
enfrentan ferozmente en otro. La campaña, sin embargo, ha transado precariamente
en un lenguaje mínimo. No hablan de estatizar, sino de “nacionalizar” los
recursos naturales.
¿Qué es lo que esto significa? Es el “modelo boliviano” de
Evo. Recordemos que el puneño Lescano –no es casualidad-, simpatizante de Evo,
también habló en su momento de “nacionalizar”. Consiste, primero, en que el
Estado, dueño del recurso natural, lo concesiona a una empresa estatal -en el
caso boliviano, el gas a la estatal YPFB-, pero como Bolivia no tiene el know
how o el capital de riesgo para explotar el litio, lo concesiona entonces a una
empresa “nacional” en sociedad con capitales americanos o chinos, o rusos o
europeos. “Nacionalizar”, según Lescano, significa también que la empresa
“nacional” privada está obligada a vender el recurso una vez extraido a una
comercializadora “nacional”. Esto hizo Velasco hace 50 años. Fracasó.
Desde la presidencia de Evo, YPFB tiene un contrato con la
empresa estatal rusa Gazprom para construir un gasoducto desde los yacimientos
de gas bolivianos hasta el Océano Pacífico. Vizcarra aprobó ese proyecto, porque
terminaría en Moquegua. Con esto, la energía de todo el Sur del Perú pasa a
depender de los bolivianos e, indirectamente, de los rusos. El proyecto depende
hoy del resultado de la elección peruana.
El socio de Evo, entonces, es Moscú. No es Beijing. Y sus
aliados de La Habana y Caracas apoyan con reservas la línea “dura”
del comunista ortodoxo Cerrón en la campaña. Para desmayo de Cerrón, pueden
preferir la hoja de ruta de Pedro Castillo. Aquí es donde Moscú compite con
Beijing. Hay creciente incomodidad y desazón de las mega empresas chinas en el
Perú –en minas, energía y puertos- con el lenguaje ambivalente de la “nacionalización”
de los recursos. Los chinos no juegan a la agresión política de La Habana,
Caracas y el Foro de Sao Paulo. Su apuesta es de largo plazo y apunta a un liderazgo
global en infraestructura con la Ruta de la Seda, en comunicaciones con el 5G
de Huawei, y en la economía global con la guerra monetaria del yuan como criptomoneda
mundial. China tiene hoy poco o nada que ver con aventurerismos políticos latinoamericanos
cortoplacistas.
Intriga mediante, La Habana, Caracas y La Paz han sacado a
Luis Carranza -el posible ministro de Economía de un gobierno de Fuerza Popular-
de la presidencia de la CAF, hoy una organización del tamaño del BID. Es el
botín. Mientras tanto, Estados Unidos prepara una nueva política para
Sudamérica -a la que llama “Near neighbor” (“Vecino cercano”), que apunta a
trasladar a este continente, progresivamente, sus cadenas de producción en Asia
para no depender de China. Naturalmente, la cabeza de playa es Colombia por sus
dos orillas –Atlántico y Pacífico- y por su cercanía al canal de Panamá. Al
parecer, existe ya un oferta de 40 mil millones de dólares para Colombia. El
gobierno actual del Perú habria declinado conversar del tema.
Esta es la pugna en que se juega nuestro destino. El pueblo
peruano no lo sabe y los candidatos no lo dicen. Tal vez tampoco lo saben.
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