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MEDIA COLUMNA
La megaencuesta y el poder
de la desinformación
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
La revelación que ha hecho
Hernando de Soto en entrevista con Beto Ortiz acerca de la existencia de una
megaencuesta periódica de opinión pública hecha por el Estado cuyo contenido es
mantenido en estricto secreto, es el punto de inflexión de un problema de vieja
data.
Se trata nada menos que de la
confiabilidad de las encuestas privadas de opinión pública que, desde hace
muchas elecciones, han ido creciendo en sofisticación y manejo hasta el punto de
no solo informar sino de influir decisivamente sobre los renultados.
Porque la desinformación es el
poder.
El método es sencillo: mientras
crece un candidato que provoca miedo en el electorado, se mantiene en segundo
lugar al favorito de la cátedra, que iniciará su arremetida recién en la recta
final. El lenguaje hípico es deliberado. Las campañas electorales se han vuetlo
tan confiables como los hipódromos. Tal vez menos.
No solo acá. Hay que conceder
eso. El caso Trump versus Biden y las acusaciones contra Cambridge Analytica en
las elecciones del Brexit y en la propia campaña norteamericana de cuatro años
atrás han sido campanazos que no han sido escuchados.
En lo que a nosotros concierne,
la revelación de De Soto contiene una salida y una solución relativamente
eficiente a esta vieja trampa. Es la afirmación valiente y oportuna, de fuentes
bien informadas, acerca de que la existencia efectiva de este punto de referencia, un telón de fondo de
información masiva, que permite contrastar a lo largo y ancho de la campaña
electoral los resultados de las diferentes encuestas privadas que suelen
discrepar abismalmente entre sí sin que sea posible hasta hoy discriminar quién
se acerca más a la realidad porque no se sabe de los resultados de la
megaencuesta realizada de manera permanente y periodica por el Estado y que permitiría
a cada uno formarse un criterio independiente respecto de lo que realmente está
pasando en la opinión pública.
No es que se trate de una
infomación confiable tampoco. Ciertamemte podría ser manipulada también por el
gobierno de turno. Pero la vigilancia de la prensa y de las encuestadoras
privadas permitirá tener un referente común.
Esta información solo la tiene
hoy el Presidente de la República, sin embargo. Y es su deber y nuestro derecho
que sea dada a conocer.
Se trata acá de un
asunto de interés público que no puede ceder al interés privado de las
encuestadoras, que bien pueden libremente vender su información a quien crean
conveniente. Para eso son empresas privadas. Pero esa es una información que necesita
poder ser validada por cualquier ciudadano comparándola con los resultados que
arroja la megaencuesta, aunque sea inexacta, bajo vigilancia.
Es una función regulatoria y de
fiscalización que involucra desde el Indecopi hasta el Defensor del Pueblo, indispensable
para dejar atrás para siempre toda sombra de duda sobre manipulación política de
la opinión pública, un flagelo contra el que venimos perdiendo la guerra desde
hace demasiado tiempo.
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