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MEDIA COLUMNA
Muy mal Nostradamus
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Una vidente colombiana le ha pronosticado a Bayly que, salvo
Argentina -que rebotará de vuelta de la experiencia con los comediantes
Fernández & Fernández-, los demás sudamericanos –incluido el Perú- vamos a sumergirnos
en otra ronda de caos urbano como la que ha soportado Chile, auspiciada por el
eje DF-La Habana-Caracas-Foro de Sao Paulo- y con los supuestos mejores deseos rusos
y chinos para el Año Nuevo.
Ya próximo el fin de año, hagamos el ejercicio de examinar el
escenario de este apocalipsis del Bicentenario.
El escenario da por supuesto que somos el campo de batalla de
un enfrentamiento global, y que poco o nada podemos hacer para impedir que la
amenaza se expanda como un virus por toda la región.
Pero la solución del conflicto viene de fuera, como el propio
conflicto.
La pieza principal, que puede cambiarlo todo, es el reciente acuerdo
logrado por Estados Unidos y China que, aunque sea uno de “primera fase”, es
una tregua.
Puede durar o no. Recuerda en cierto modo ese famoso episodio
de la noche de Navidad de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, en que
soldados ingleses y alemanes desde las trincheras cantaron juntos Noche de Paz
en inglés y en alemán y jugaron fútbol al día siguiente. Lo que hicieron fue compartir
un conjunto de reglas distinto, que venía del marco más grande de la cultura
común.
Algo parecido sucede con esta tregua de hoy. El conflicto
puede ser encauzado hacia un nuevo marco de reglas para la competencia global
en la construcción de infraestructura, de super comunicaciones digitales, y de un
manejo monetario prudente que evite nuevas burbujas globales y su colapso, que
es lo que ha causado la desaceleración de nuestras economías.
También puede fracasar. Pero si la tregua se sostiene –y es muy
posible que lo haga-, significa el comienzo de una nueva globalización, la
cuarta después de las del siglo XVI y XIX y de fines del XX.
En ese contexto, no está en el interés de nadie que
Sudamérica se hunda en una pesadilla de violencia que la aisle de la economía
global. Lo que está en el interés de todos es que sus pueblos –todos de un
mismo idioma y comunicados ahora entre sí como nunca antes- dejen atrás la
corrupción del mercantilismo para abrirse a la inversión global en beneficio de
todos con nueva infraestructura, nuevas comunicaciones y una estrella firme que
guíe a las naves de la economía.
China tiene ahora un papel en el destino de este continente,
que la lleva de manera natural a disuadir a sus socios de la mala idea de
auspiciar el caos que quisieran sembrar los pequeños peones del eje que va de
México a Buenos Aires, obsesionado con la pesadilla del pasado.
Siempre hay que agradecer las profecías aciagas, porque
suelen tener el destino de prevenir lo que podría suceder para poder evitarlo.
A su bien intencionado error hay que responder: muy mal Nostradamus, pero
muchas gracias.
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